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Actualizado: 17 de julio de 2025
A todo esto asintió Ido del Sagrario, y siguió contemplando a su amigo, el cual parecía un grande hombre aburrido, carácter agriado por la continuidad de las luchas humanas. José Izquierdo representaba cincuenta años, y era de arrogante estatura. Pocas veces se ve una cabeza tan hermosa como la suya y una mirada tan noble y varonil.
Habíanse sentado todas ellas hacia el lado izquierdo, formando un grupo, y, cuchicheando y cambiando entre sí risitas y señas burlonas, miraban entrar y amontonarse en el lado opuesto a las cursis radicalas, con el aire de desdeñosa protección de la gran señora que permite a su doncella sentarse a su presencia, a cuatro metros de distancia.
En el brazo izquierdo llevaba ella un enorme pañolón de seda roja, cubierto de lindas flores prolijamente bordadas en el Imperio Celeste; y, según es uso en Lisboa, lo extendió como colgadura sobre el antepecho del palco.
Quedó pasmado don Quijote, absorto Sancho, suspenso el primo, atónito el paje, abobado el del rebuzno, confuso el ventero, y, finalmente, espantados todos los que oyeron las razones del titerero, el cual prosiguió diciendo: -Y tú, ¡oh buen Sancho Panza!, el mejor escudero y del mejor caballero del mundo, alégrate, que tu buena mujer Teresa está buena, y ésta es la hora en que ella está rastrillando una libra de lino, y, por más señas, tiene a su lado izquierdo un jarro desbocado que cabe un buen porqué de vino, con que se entretiene en su trabajo.
Está bien eso, Bartolo, pero tu madre te pegó en el carrillo derecho y el que tienes hinchado es el izquierdo. ¡Verdad! ¡verdad! exclamó la reunión en masa. Y se armó una de carcajadas tan estruendosas, que era imposible oir la voz estentórea del guerrero de Entralgo que protestaba rebosando indignación de aquel gratuito supuesto.
Las tres mujeres se rieron mucho también de aquella salida tan fina, e Izquierdo, rascándose la noble frente, dijo así: «La señorita... a cuenta que ahora le enseñará a no soltar exprisiones». Buena falta le hace... En fin, vámonos.
Y cuando, al despedirse, Ido le dio su nombre, agregando que era profesor de primeras letras en las escuelas católicas, Maximiliano discurrió que no estaba en armonía la humildad del empleo con el saber y la destreza dialéctica que aquel individuo mostraba. Al siguiente día por la tarde, Maxi fue a Gallo y no estaban, de las personas conocidas, más que el cobrador municipal y José Izquierdo.
Todo se ha acabado; desataré los rayos de mi ira, y no habrá para ti ni para los tuyos ni gracia, ni piedad, ni merced. Tú lo has querido. Y cruzándose el hombro izquierdo con un trozo de sus andrajos, el desgraciado se alejó rápidamente hacia la cumbre del Donon.
Izquierdo frunció el ceño. Lo que él quería era ponerse uniforme con galones. Volvió a sumergirse de una zambullida en su conciencia, y allí dio volteretas alrededor de la portería de casa particular.
No interesaba a Jacinta aquel triste relato tanto como creía Nicanora, y viendo que esta no ponía punto, tuvo la dama que ponerlo. «Perdone usted dijo dulcificando su acento todo lo posible , pero dispongo de poco tiempo. Quisiera hablar con ese señor que llaman Don... José Izquierdo».
Palabra del Dia
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