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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Mi padre intervino: Si haces un esfuerzo, verás cómo te acuerdas... Un oficial de la Escuela de Guerra, pequeño, moreno... Y al ver que yo decía que no con la cabeza, pues no tenía recuerdo alguno ni empeño en tenerlo, Máximo dijo con maldad: Creo que Elena prefiere los rubios... por alusión a Lautrec que es rubio y alto. Aquel ataque me irritó. Tiene usted razón dije, prefiero los rubios.
Mandóles que callasen, y que él consultaria lo que se debia hacer, y que consultado lo ejecutaria. En este mismo tiempo la honra y merced que Andronico hizo á Berenguer, irritó el ánimo de Miguel Paleólogo para nuestra ruina, y persuadido de los Griegos comenzó luego á tratar de ella, intentando para esto todos los medios más eficaces que pudo, atropellando leyes divinas y humanas.
Recordaba haber hojeado, cuando vivía en casa de las de Lizamendi, aquel solemne monumento de la estolidez, en el que se probaban los mayores absurdos con argumentos al alcance de cualquier vieja devota. El importuno consejo de Urquiola le irritó: Joven dijo con gravedad desdeñosa, hace muchos años que leo lo que mejor me parece, sin necesidad de consejero.
Por todo lo que llevo dicho hay pocas cosas que me incomoden tanto como el oír el continuo clamoreo de esas gentes quejumbrosas, a quienes cuanto se hace, o parece mal, o parece por lo menos poco. Aquí me irrito, y les respondo: ¿Poco, eh? Vamos a ver: ¿cuántos meses llevamos? ¿De qué? me preguntan. ¿De qué? De que... de... Estatuto Real. No llega a un año.
Gracias a esta oportunísima compensación no pasé la vergüenza de suspender la lectura antes de la hora y media, mínimum, como ya he dicho, de estas solemnidades. Las señoras volvieron a agitar los pañuelos con entusiasmo. Observé, sin embargo, que Joaquinita Anguita se estaba queda, lo cual me pareció una ruin venganza y me irritó más de lo que el asunto merecía.
Para atraerle se hizo discreta; para retenerle, dulce; para seducirle, codiciable; para enloquecerle, sensual; le alentó con esperanzas, le exasperó con desdenes, le irritó con coqueterías, le animó con favores, y luego, de repente, sin transición; le puso a raya, resistiendo arrepentida y esquiva lo que acababa de conocer enamorada y vehemente.
Estaba espléndidamente hermosa la ex florista con su traje de María Estuardo. Llevaba un sobretodo acuchillado de mangas abiertas, color carmesí recamado de oro; un elegante prendido de encaje y menudas florecillas de esmalte y perlas. Su incomparable belleza irritó aún más la ira de Clementina.
Al fin acabó por irritarse contra él mismo, á causa de la semejanza absurda que había descubierto sin motivo alguno. ¿Cómo podía ser Freya esta inglesa que iba con dos oficiales?... ¿Cómo la alemana refugiada en Barcelona podía deslizarse en Francia, donde indudablemente era conocida de la policía militar?... Aún le irritó más la sospecha de que este parecido fuese un resto del antiguo amor, que le hacía ver á Freya en toda mujer rubia.
Señor duque, está usted equivocado dijo Fayolle poniéndose serio . Recuerde usted que habíamos quedado en las cuatro mil. Recuerdo perfectamente. Al mismo tiempo, aprovechando el momento en que Fayolle miraba al empleado, le hizo un guiño expresivo. El cochero respondió por boca del dependiente que el caballo se había ajustado en tres mil quinientas pesetas. Entonces el comerciante se irritó.
Julio parecía impresionado por estas afirmaciones, formuladas con una seguridad doctoral. Casi se irritó contra el incrédulo Argensola, que seguía mirando al profesor insolentemente y repetía con los ojos: «Está loco: loco de orgullo.» Aquel hombre debía tener serios motivos para formular tales profecías de desgracia.
Palabra del Dia
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