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El estado de su alma; su voluntarioso amor por Quevedo; la manera cómo pensando en seducirle, en deslumbrarle, se había ataviado, todo lo cual la hacía resplandeciente, y luego el carácter particular de aquella aventura, en que una mujer enamorada lo arrostraba todo, la deshonra, y acaso la muerte, por el amor de un hombre, daban á la condesa un poderío terrible, tratándose de un hombre tan sensual y tan espiritual á un tiempo como Quevedo, que se sentía halagado por completo en los sentidos, en el alma y en el orgullo por aquella mujer, toda hermosura, toda alma, toda voluptuosidad, toda deseo, para él y sólo por él.

Para atraerle se hizo discreta; para retenerle, dulce; para seducirle, codiciable; para enloquecerle, sensual; le alentó con esperanzas, le exasperó con desdenes, le irritó con coqueterías, le animó con favores, y luego, de repente, sin transición; le puso a raya, resistiendo arrepentida y esquiva lo que acababa de conocer enamorada y vehemente.

La amistad era cosa perdida». Paquito Vegallana, Álvaro Mesía, Joaquinito Orgaz, el respetable, o al parecer respetable señor Foja, que se decían tan amigos suyos, le habían engañado como a un chino; se habían burlado de él. Eran unos libertinos que renegaban en sus comilonas de la religión positiva para seducirle a él y librarse del miedo del infierno.

Al principio repugnaba á Miguel, pero había acabado por seducirle con su frescura olorosa que perturbaba dulcemente los sentidos, como si su embriaguez fuese de perfumes. fumarás indudablemente la pipa dijo Alicia con sencillez. El hizo un gesto negativo y recordó el olor que había asaltado su olfato al entrar allí. Sabía qué «pipa» era ésta, y extendió su mirada por el estudio.

Recordaba Miguel después de hombre que la belleza de esta señora no le había impresionado como la de su madrastra; mas el cariño que le mostró y su carácter afable y expansivo, concluyeron, no obstante, por seducirle.

Tan convencida quedó la Caramba de la sinceridad de D. Jacinto y tan prendada de las dulces palabras con que él mitigó la amargura de su desdén, que el vicioso prurito con que ella acudió a seducirle, se transformó en verdadera y profunda pasión amorosa.

Ha tenido noticia de que él se encontraba en la provincia de la Laguna, escondido en un pueblo, y allá va ella á seducirle con sus cabellos teñidos. Los combarcanos habían tomado el partido de defenderse, sosteniendo entre animada conversacion, discutiendo sobre cualquier asunto.

Cuando Obdulia, picada por la frialdad del altivo cocinero, comenzó a seducirle con miradas de medio minuto y algún choque involuntario, Pedro se rindió, y de rato en rato daba algunos toques de maestro a la merienda de Visita. Llegó a más; quiso enamorar a doña Obdulia con pruebas de su habilidad, y acudía siempre que se presentaba una cuestión teórica o una dificultad práctica.

Otros peregrinos se han presentado por aquí, que se han aprovechado muy mal de nuestras generosas lecciones, moviéndonos a arrepentirnos de habérselas dado. No se han servido de ellas con el desinterés y la abnegación indispensables para que den buen fruto, sino con malvado egoísmo, para engañar al prójimo y seducirle.

Su autoridad, que era absoluta casi, no conseguía sujetar aquel azogue que se le marchaba por las junturas de los dedos. La doña Obdulita le fatigaba, le mareaba. ¡Y ella que quería seducirle, hacerle suyo como al obispo de Nauplia, aquel prelado tan fino que no se separaba de ella cuando vivieron en el hotel de la Paix, en Madrid, tabique en medio!