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Eso pasa no pocas veces con aquellas personas que las circunstancias nos imponen la obligación de tratar... Lo que no puedo comprender es que hayan aguardado a última hora para hacer a Clara el favor de proporcionarle un enlace más ilustre o para mostrarme a su hostilidad... Bien es cierto añadió con amarga ironía que lo que está arreglado se desarregla y lo que está hecho se deshace.

Con más sorna que ironía, intervino Vázquez: Pues en el retrato parece un negro... ¡Un negro! ¡un negro! exclamó Coca indignada. ¡Si es más blanco que usted!... Es que la fotografía es bastante mala observó Adolfo, con su acostumbrada buena fe. Los originales son sin duda mejores que el retrato agregó Vázquez. ¿No es verdad, Rosa?

Bien lo comprendió su tía; pero quería más claridad y replicó: ¡AburrenAburren! Explíquese usted, señorita. ¿Es que le parece poco fina la sociedad de Vetusta? Por el usted y la ironía comprendió Ana que doña Anuncia se había disgustado. No es eso, tía; es que hay algunos... muy atrevidos.... No qué se figuran. Ustedes no quieren que yo sea obscura, seria, huraña....

¡Corona de rosas! exclamó la de los Pavos, que con toda su diplomacia no supo disimular un ligero acento de ironía. No, si no me he reído. Pues no faltaba más. Un ángel a su manera. En fin, dejemos esto y vamos a lo otro. Como ha de influir mucho en el estado mental de este pobre chico el convencerse de que su mujer no vive, le pienso llevar... para que lo vea, señora, para que lo vea.

Sólo uno era digno de respeto, el más viejo, el maestro; un autor de gran talento, siempre melancólico, como si las debilidades de su vida pesasen sobre su carácter, ensombreciéndolo con intensa tristeza. La ironía de sus palabras sonaba como una burla contra su frágil voluntad. Todos estaban más unidos por las aberraciones del gusto que por la admiración literaria.

A don Víctor se le saltaron las lágrimas al ver a su enemigo. En aquel instante hubiera gritado de buena gana: ¡perdono! ¡perdono!... como Jesús en la cruz. Quintanar no tenía miedo, pero desfallecía de tristeza; «¡qué amarga era la ironía de la suerte! ¡

Después que desensilló la mula, se sentó en la puerta con el indio y se pusieron a charlar, cuando apareció, como a una cuadra, el viajero silencioso. Ahí viene D. Juan en la baya dijo el indio viejo. ¿Y quién es ese D. Juan? preguntó D. Salvador con una curiosidad mezclada de ironía. D. Juan Amachi, mi compadre, un indio viejo de Paucartambo.

Ella no podía separarse del que amaba, y tampoco quería mentir: ella tenía corazón. El doctor interrumpió á su primo, que se complacía con doloroso deleite en detallar los recuerdos de aquella noche. ¿Pero, y el niño? ¿Y el hijo del amor? preguntó con cierta ironía. Sánchez Morueta miró al médico con unos ojos que pedían piedad.

La prójima le clavó sus dedos en los brazos, y Jacinta la miró aterrada, como quien está delante de una fiera... Entonces vio una sonrisa de brutal ironía en los labios de la desconocida, y oyó una voz asesina que le dijo claramente: «Soy Fortunata». Jacinta se quedó sin habla... después lanzó un ¡ay! agudísimo, como la persona que recibe la picada de una víbora.

Su gloria y su poder no encontraban obstáculo alguno en el rincón de la República sometido á su autoridad. Los jóvenes empleados en los ministerios de la capital se agrupaban para reir, leyendo en voz alta las comunicaciones enviadas por el héroe de Cerro Pardo. Los grandes periódicos comentaban con una ironía algo miedosa las sublimidades laberínticas de su estilo.