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No se les podía tildar de avaros, pues en vivir bien, a su modo, gastaban con largueza; pero la palabra prójimo era para ellos letra muerta. Delataban su holgura la bien rellena cesta que su criada Severiana les traía de la compra, la costosa ropa que vestían, y algún viaje de veraneo que, aun hecho en tren botijo, era mirado por los vecinos como rasgo de insolente lujo.

Cada mes adoptaba un nuevo oficio; pero le expulsaban de los talleres, acreditándolo como el más insolente de los aprendices. La pobre madre, para traer a casa algún dinero, era ahora ayudanta de una lavandera, y en las mañanas de invierno bajaba al río desfallecida de hambre, temblando al contacto del agua su mísero esqueleto cubierto de piel.

¡Silencio! mandó la maestra, cuya severa disciplina no permitía que se hablase en las horas de clase. Se restableció el silencio. Cinco minutos después, se oyó una voz muy aguda, y no poco insolente, que decía: No me gustan las rosas lunarias. Nadie te lo pregunta dijo señá Rosa, creyendo que esta intempestiva declaración había sido provocada por la de Marisalada.

Y en vez de descansar, volvía a hervir con un fuego mayor, se hinchaba con un burbujeo loco, absurdo, el más extraordinario, atrevido e insolente que consigna la Historia.

Oiga usted, general; repórtese usted y no me insulte. Piense usted lo que se le antoje. Lo que yo pienso y sostengo es que quiero y requiero a Narcisito, aunque ya , no diré si con gusto o con rabia, que es sobrino de usted, y que es casi tan insolente como usted, tan burlón y tan desalmado. Usted me ofende de palabra, porque está lejos de .

Juanita volvió sola a su casa, afligidísima, descorazonada y humillada al ver cuan poco respeto infundía. Era mayor su humillación al considerar que en aquellos dos días últimos hasta el idiota de don Alvaro, a pesar de los sofiones de que había sido objeto, había vuelto a las andadas, mostrándose con ella insolente y atrevido.

Aunque sea destrozando el corazón de otra... Qué importa... Es la lucha por la vida... Lucha horrible... Pero permitida. ¿Por qué, desgraciada?... Por el instinto de la dicha... ¿Es ésta, acaso, un monopolio de las jóvenes que tienen dote? ¿Somos tan felices?... Vuestra felicidad es insolente... ¡Ah! Francisca dije enternecida.

Con lo cual, a nuestro distinguido concejal se le encapota aún más el rostro y se va retirando poco a poco: no sea que al insolente de Cobo se le ocurra cualquier sandez para hacer reir a su costa. Llegó el momento de hablar de literatura, como acontece siempre en todas las tertulias nocturnas o vespertinas de la capital.

Más le valdría pensar en la suya propia que no anda lejos dijo Sarto bruscamente. Por mi parte me sentía descontento e irritado al pensar que en realidad yo no tenía más derecho al amor de la Princesa que el insolente Henzar.

Los viejos profesores del establecimiento y los visitantes, que eran siempre personas graves, se sentían inquietos ante su cabellera de un rubio subido, igual á la llama de una antorcha, y la fijeza algo insolente y dominadora de sus ojos claros. Los hombres se ruborizaban sin saber por qué, apartando la mirada, como si no pudieran resistir el encuentro de sus pupilas.