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La señorita de la casa admiró con insinuante ponderación la gracia de la florecilla, y el joven, por no saber qué hacer ni qué decir, se la quitó del ojal, ofreciéndosela. Fué aquel un momento incomparable para Narcisa; tomó en triunfo la flor, y se la prendió en el pecho, rebosante de gozo....

De vez en cuando también él emitía tímidamente su opinión, y ella en no pocas ocasiones la aceptaba como muy sesuda, y si no la aceptaba, por lo menos se reía, que era mucho mejor. Todas estas cosas expresadas con voz suave, insinuante, entre las sombras de la noche, se convertían en un arrullo poético, delicioso, que enajenaba los sentidos de nuestro joven. Sus pies no querían tocar el suelo.

Era entonces cuando buscaba enardecida los libros devotos para aplacar en los manantiales de su doctrina la sed y la fatiga del corazón. En aquel libro de tapas azules y letras de oro que Salvador le enviara en secreto, con una carta insinuante y tierna, había leído Carmen con emoción: «No traigas yugo con los impíos, porque ¿qué comunicación tiene la justicia con la injusticia?

La muchacha dirigió á Tragomer una viva ojeada y una graciosa sonrisa á Marenval, y doblando su contrata se la metió en el pecho, no sin enseñar como al descuido la batista de la camisa, y se marchó dejando la atmósfera saturada de perfumes. La señora de Campistrón se sentó al lado de los visitantes. ¿En qué puedo servir á ustedes, señores? dijo en tono insinuante.

Así que salimos de la estación, quitose éste, lanzando apagados gemidos, las botas y se puso las zapatillas, colocó el sombrero de castor sobre la rejilla y se encasquetó una gorra de paño. Padece usted de los callos, ¿verdad? le preguntó el caballero gordo con palabra insinuante sonriendo con amabilidad. No señor contestó el otro secamente. ¡Ah!... Como usted se quejaba al sacarse las botas...

Acercándose a ella le tomó ambas manos, y contemplando sus húmedas pupilas, dijo en tono insinuante al par que grave: Melisita, ¿te acuerdas de la primera tarde que fuiste a verme? Me preguntaste si podías asistir a mi escuela, pues querías aprender algo y ser más buena, y yo te dije... Ven dijo la niña con presteza.

Las paredes estaban cubiertas de retratos: señoras bonitas, haciendo resaltar sus gracias con actitudes lánguidas, dirigiendo una sonrisa insinuante a todos los timadores y fosforeros que se paraban a contemplarlas; varones con los ojos estáticos, en muda y eterna admiración de algo que nadie sabe.

Ten serenidad y un poco de lógica... Por esa desgracia, ocurrida al otro lado de la tierra, no vamos á privarnos de asistir á una fiesta que representa enormes gastos para el amigo que la ha organizado. Se aproximó á su esposo, diciéndole con voz insinuante, al mismo tiempo que le acariciaba el rostro con una mano: Hay que saber vivir. Nadie conoce esta desgracia.

En aquel rincón oscuro, sacudidos por el vaivén de los resortes y aturdidos por el estrépito de las ruedas al saltar sobre el pavimento, el cuchicheo se hizo cada vez más íntimo, más insinuante, animado a cada momento por risas ahogadas y palabritas dulces.

Esto le hizo creer que su auditorio estaba conmovido por la fuerza emocional de su discurso y cobrando más ánimo, continuó así: El segundo de los síntomas que me hicieron conocer el estado de mi alma fue una viva pasión de celos; pues cuando en los primeros días del mes corriente Antoñita se mostraba contigo tan insinuante, no pude impedir que germinase en mi corazón un odio feroz contra mi amigo de la infancia; odio, pronto apagado por la reflexión de que no te sería fácil corresponder a ese amor hallándote tan influido por el recuerdo de otro amor que absorbía tu alma.