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Actualizado: 1 de octubre de 2025


Y Aresti, sonreía con cierta compasión ante las cosas fútiles que constituyen los grandes acontecimientos para los enamorados, ante las inquietudes y tristezas en que les sumen una palabra, la falta de una sonrisa, cualquier circunstancia que pasa inadvertida en la existencia vulgar. Es esta tu primera novia, ¿verdad? dijo Aresti. Ya se conoce: todos hemos pasado por eso.

No, no encuentro aquí una porcion de yerbas silvestres, donde dejar por un momento el fardo de mis inquietudes y de mis penas, y respirar al menos una hora al aire libre, al aire del campo. ¡Qué bellas me parecen las cercanías de Tíboli! ¡Qué bellas me parecen, tambien las laderas rojas de mi Andalucía; que ven impasibles estrellarse á sus piés las olas espumosas del Océano Atlántico!

Salabert triunfaba. El granuja del mercadal de Valencia traía los reyes a su casa. Sus ojos saltones, mortecinos, de hombre vicioso, brillaban con el fuego del triunfo. La explosión de la vanidad hacía volar en pedazos las inquietudes sórdidas que aquel baile le había causado, la lucha a muerte que había sostenido con su avaricia.

Al día siguiente, mis inquietudes habían desaparecido a pesar de todo, pero por la tarde recibí una larga misiva de mi cura, llena de buenos consejos y con este final: «Reinita: tu carta ha venido a consolarme y alegrarme en mi soledad, te ruego que no te canses de escribirme. No que hacerme sin ti, y no voy al Zarzal, de miedo de llorar como un niño.

Catalina, frente a aquel grandioso espectáculo, se sentía más serena, más tranquila que durante el sueño. «¿Qué importancia tienen nuestros dolores pasajeros, nuestras inquietudes y nuestras penas? se decía la anciana . ¿Para qué importunar a la Providencia con nuestras lamentaciones? ¿Por qué temer el porvenir?

Después, pasada la edad fijada por las leyes, y fuertemente estropeada la juventud, venían las inquietudes y triunfaban los cuidados. El deseo de agradar ponía un fulgor febril en la mirada de la solterona anticipada y en la más estudiada de sus sonrisas había una crispación.

Torrebianca permaneció en Europa, y Robledo llevaba muchos años vagando por la América del Sur, siempre como ingeniero, pero plegándose á las más extraordinarias transformaciones, como si reviviesen en él, por ser español, las inquietudes aventureras de los antiguos conquistadores.

Todo era silencio y lobreguez y amenazas de una noche tremenda para el infeliz que anduviera vivo y errante entre las inclemencias de la montaña. Mis inquietudes no cabían ya dentro de , ni yo dentro de la casona.

El recibimiento que me hizo Mary borró todas mis inquietudes. Salí de casa de Recalde loco de contento. Al llegar a mi casa le dije a mi madre que me casaba con Mary; ella no replicó; mas al día siguiente me dijo que Mary era una buena muchacha, pero que podía haber hecho una boda mejor. Yo le advertí alegremente que no se trataba de hacer una buena boda, sino de ser feliz.

Piensa alguna nueva combinación maravillosa decía Torrebianca á su amigo . Es admirable la cabeza de este hombre. Pero Robledo, sin saber por qué, se acordaba otra vez de sus inquietudes y las de tantos otros allá en Buenos Aires, cuando habían tomado dinero en los Bancos á noventa días vista y era preciso devolverlo á la mañana siguiente.

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