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Rafael había salido del salón, Juanito jugueteaba con Miss, cada vez más inquieta y ladradora, y Roberto, apoyado en el piano, hablaba con Concha, que sonreía, tecleando nerviosamente, haciendo escalas que parecían cabriolas e iniciando temas conocidos, que se confundían fantásticamente. ¿Dónde diablos están los otros? pensaba el tío, paseando su vista por el salón.

Sólo Maltrana, inquieto y curioso por las novedades de la navegación, había ido de un lado a otro, desde el puente del capitán a los profundos sollados, iniciando conversaciones, lo mismo en las salas de los pasajeros de primera clase que en los departamentos de proa y popa donde se hacinaban los emigrantes.

Varios soldados británicos, serenos y flemáticos, pidieron, al subir, una pipa, y empezaron á fumar con avidez. Otros náufragos, ligeros de ropa, se limitaban á envolverse en una manta, iniciando el relato de la catástrofe minuciosa y serenamente, como si estuviesen en un salón.

La discordia y la guerra le tocaron de más cerca, dentro de sus dominios, haciéndole considerar por unas horas la conflagración general como un asunto de secundario interés. No supo ciertamente cómo se fué iniciando la pelea; pero una noche, durante la comida, notó que Castro y Novoa, con estudiada frialdad, cruzaban sus palabras lo mismo que si fuesen espadas.

De este modo vio Ojeda cómo se movía su amigo en el salón con aire de autoridad, cual si fuese el héroe de aquella fiesta, abriéndose paso entre las sillas para ir en busca de las artistas, inclinándose ante ellas con su «saludo de tacones rojos», dándolas el brazo para conducirlas al estrado y quedándose junto a la pianista o la cantante, al cuidado de sus papeles, e iniciando las salvas de aplausos.

¡Valor, Freya! dijo el director de la prisión . El recurso de gracia ha sido denegado. ¡Animo, hija mía! añadió el cura del establecimiento, iniciando el principio de una plática. Su terror sólo duró unos segundos. Fué la ruda sorpresa del despertar, con el cerebro todavía paralizado. Al reunir sus recuerdos, la serenidad volvió á su rostro.

Conozco bien tu alma, y al verme en peligro acudo á ella. ¡Sálvame! ¡llévame contigo!... Como estaba de pie frente á él, le bastó levantar las manos para colocarlas sobre sus hombros, iniciando el principio de un abrazo. Ferragut permaneció insensible á la caricia. Su inmovilidad repelía estas súplicas.

Tengo, pues, el remordimiento de no haber contribuido con esa suma a la independencia de Cuba, puesto que en esos días salía Martí de Nueva York para reunirse con el general Máximo Gómez e invadir la isla, iniciando la nueva insurrección que dio por resultado la terminación del dominio español.

Su boca, al hablar, se aproximó á la del marino. Los labios se arquearon iniciando la redonda caricia de un beso. ¿Tan mal vivirías con Freya?... ¿No te acuerdas ya de nuestro pasado?... ¿Es que ahora soy otra? Ulises se acordaba, efectivamente, del pasado, y empezó á reconocer que este recuerdo era demasiado vivo.

Ya no quiso separarse de la dueña de la casa, iniciando una conversación aparte, que pareció indignar á Pirovani. Al fin éste se levantó de su silla, necesitando protestar de tan descomedido acaparamiento, y dijo á Robledo: ¡Ha visto usted cómo viene vestido ese muerto de hambre!... No habían terminado aún las sorpresas de aquella noche: faltaba la más extraordinaria.