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Por ahora, y sabe Dios hasta cuándo, la amenaza de guerra es constante, y en vez de ser segura la paz en la tierra á los hombres de buena voluntad, estamos amenazados siempre de una estupenda y colosal conflagración belicosa, en que luchen por un lado Alemania, Austria é Italia, y por otro Francia, tal vez auxiliada por Rusia. Si por desgracia llegara este caso ¿qué le convendría hacer á España?

Ellos pagaban lo mismo que los demás: a bordo todos eran iguales, y su república valía tanto como cualquiera otra de América... Los camareros, azorados cual si fuese a estallar una conflagración internacional, salían a toda prisa al comedor y regresaban trayendo con ellos al mayordomo, sonriente y confuso a la vez, como un gerente de restorán de moda que implora perdón por olvidos en el servicio.

Puede decirse que la conflagración era general en el país, sin embargo de que Guirior había declarado en suspenso el cobro de las odiosas y exageradas contribuciones, mientras con mejor acuerdo volvía el monarca sobre sus pasos.

La causa es obvia; la impresion del momento es viva; prepondera sobre todo, lo señorea todo con la simpatía natural al hombre, se propaga como un flúido eléctrico, y corriendo adquiere velocidad y fuerza; lo que al principio era una chispa, es á pocos momentos una conflagracion espantosa.

Ulises, que se paseaba por el puente, acogió la noticia con indiferencia. «¿La guerra?... ¿Qué guerra era esa?...» Pero al saber que Alemania y Austria habían roto las hostilidades contra Francia y Rusia, y que Inglaterra acababa de intervenir en defensa de Bélgica, el capitán se lanzó á calcular las consecuencias políticas de esta conflagración. No veía otra cosa.

En una conflagración de muchos tronos y de muchos pueblos, puede ocurrir ocurre con frecuencia que los deseos y simpatías del rey y de la reina no sean coincidentes por razones de parentesco, de raza, de educación, hasta de capricho, pues no hay que olvidar que los monarcas tienen las mismas pasiones que los demás mortales, pequeño detalle que nos hace dudar de su origen divino.

Pero no entendió el sentido de esta definición de la elegancia. Entonces le dije que es el aire de la persona y no el vestido lo que la hace ser naturalmente elegante. Y le agregué que él era muy «airoso», que era todo aire, de pies a cabeza. Me dió las gracias. Por último agregó: «Estoy lo más contrariado por estos inconvenientes de la conflagración». Y con Ernesto, ¿cómo te fué?

A la nueva faz que tomarán todas las cosas ha de preceder cierta universal conflagración de amor, tan vagamente descrita, que no acierto yo a interpretar lo pronosticado por el poeta, y si la conflagración será en efecto amorosa y suave al destruir lo antiguo, o si lo destruirá con materiales incendios, estragos y muertes.

La discordia y la guerra le tocaron de más cerca, dentro de sus dominios, haciéndole considerar por unas horas la conflagración general como un asunto de secundario interés. No supo ciertamente cómo se fué iniciando la pelea; pero una noche, durante la comida, notó que Castro y Novoa, con estudiada frialdad, cruzaban sus palabras lo mismo que si fuesen espadas.

El curso del profesor Moumel será, sin embargo, muy cautivador, aunque sólo sea teórico. Las aplicaciones de la ciencia quirúrgica no se pierden nunca; si usted no se aprovecha inmediatamente de estas lecciones, puesto que ya terminó la guerra, podrá utilizar su beneficio cuando llegue el próximo conflicto europeo. LA MARQUESA. Yo veo claro y ya tengo descontada una nueva conflagración mundial.