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Actualizado: 20 de junio de 2025


A aquella hora estaba desierto: la muchedumbre emigrante se aglomeraba en los sollados. Vio Fernando en el rojo cuadro de una puerta del castillo de proa agitarse varias siluetas con furiosos manoteos; le pareció escuchar muy lejos voces dolorosas, un ruido de disputa. La curiosidad y el deseo de entretenerse con algo le impulsaron a descender hasta el combés.

Sonrió éste levemente. También quería ser rico, y su deseo imperioso le había desarraigado del viejo mundo, lanzándolo en plena aventura, como los miserables que se aglomeraban en los sollados de la emigración. Necesitaba una gran fortuna para creerse feliz.

Los emigrantes estaban ocultos en los sollados. De vez en cuando, un marinero con impermeable amarillo y casco encerado atravesaba el combés por alguna necesidad del servicio, recibiendo impasible las fuertes salpicaduras del Océano, hundiendo sus botas altas en el río salado que cada ola hacía rodar de una banda a otra del buque.

Los marineros recorrían los sollados, los obscuros pasadizos, las bodegas, hasta los más apartados rincones, en busca de viajeros ocultos empujando a los fugitivos que pretendían evitarse esta operación.

Sólo Maltrana, inquieto y curioso por las novedades de la navegación, había ido de un lado a otro, desde el puente del capitán a los profundos sollados, iniciando conversaciones, lo mismo en las salas de los pasajeros de primera clase que en los departamentos de proa y popa donde se hacinaban los emigrantes.

Venía oculto en los profundos sollados como aquellos vagabundos descubiertos a la salida de Tenerife , y al verse en pleno mar de romanza, tranquilo y luminoso, deslizábase furtivamente de su escondrijo, iba examinando las caras de sus compañeros de viaje, los aparejaba según sus gustos, e invisible y benévolo, empujábalos unos hacia otros.

Y mientras tocaba la música arriba y bailaba la gente, nosotros metiendo a los muertos en cajones, echándolos al mar y conservando a las familias en los sollados para que no escandalizaran con sus gritos. Cuando llegamos al término del viaje, la mayor parte de los pasajeros de primera ignoraban lo ocurrido, y protestaron al ver que los sometían a cuarentena.

En eso dice usted verdad. Algunas noches, al asomarme a esta baranda, me fijo en los emigrantes que duermen al aire libre huyendo del calor de los sollados. Ofrecen el aspecto de un campamento, y por esto tal vez viene a mi memoria el recuerdo de los granaderos de Napoleón, que no eran más que simples soldados, pero al dormir sobre la tierra dura veían desfilar en sus ensueños toda clase de grandezas. Cada uno creía llevar en su mochila el bastón de mariscal, y esto bastaba para que corrieran sin cansancio toda Europa de combate en combate.

Algo extraordinario perturbaba á los tripulantes. Todos estaban arriba, como si una atracción poderosa los hubiese arrancado de los sollados, del fondo de las bodegas, de los metálicos corredores de las máquinas.

El interior era maravilloso por la distribución de los diversos compartimientos, ya fuesen puentes para la artillería, sollados para la tripulación, pañoles para depósitos de víveres, cámaras para los jefes, cocinas, enfermería y demás servicios. Me quedé absorto recorriendo las galerías y demás escondrijos de aquel Escorial de los mares.

Palabra del Dia

rigoleto

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