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Actualizado: 6 de julio de 2025
La conciliadora y benigna alemana tenía dulzura para los dos; alternativamente se inclinaba a un lado y a otro y procuraba contener y complacer a ambos. Pero por más que hizo, no logró que ninguno de ellos aceptase la simultaneidad ni el turno pacífico. El juego terminó mal. Las cañas se volvieron lanzas.
El sentido de la vista le persuadía de que allí no había más que dos huevos; pero la dialéctica especulativa y profunda le inclinaba á afirmar que había tres. La madre decidió al fin la cuestión prácticamente. Puso un huevo en el plato de su marido para que se le comiera: tomó otro huevo para ella, y dijo á su sabio vastago: El tercero, cómetele tú.
Mi gratitud es inmensa. Antes de la gratitud, antes de que hubiese motivo para tenerla, ¿por qué ocultártelo? la elegancia de don Jaime, su discreción, su fama de valeroso soldado, la noble gallardía de su persona, todo me inclinaba a quererle bien y mucho; pero el recelo de no ser amada sublevaba mi orgullo, y mi orgullo ha hecho cuanto es posible para ahogar esta inclinación naciente.
El baile animado, ardiendo de voluptuosidad fuerte y disimulada, era el cuadro propio para servir de fondo a la figura que ella, la pobre Ana, había visto tantas veces en sueños. Todo esto pasó por el cerebro de la Regenta mientras Mesía, sin ocultar la emoción que le ponía pálido, se inclinaba con gracia, y alargaba tímidamente una mano.
Al día siguiente, continuó el cura, a las ocho de la mañana, el oficial salió con su partida de tropa, batiendo marcha y llevando entre filas y atado al pobre muchacho, que inclinaba la frente entristecido, al ver que las gentes salían a mirarlo.
Algunos eran de plata, y sólo llegaban á las rodillas del siervo atlético que se inclinaba sobre ellos para hacerlos rodar. Otros eran de cobre, y poco más ó menos del mismo tamaño. El público, algo aburrido por estos objetos sin interés, sólo mostró cierta curiosidad al ver cuatro discos movidos cada uno por dos hombres.
El melancólico campanilleo sonaba ahora junto á él, y empezaron á pasar por el camino bultos informes que su vista turbia por las lágrimas no acertaba á definir. Sintió que le tocaban con la punta de un palo; y levantando la cabeza, vio una escueta figura, una especie de espectro que se inclinaba hacia él. Reconoció al tío Tomba: el único de la huerta á quien no debía ningún pesar.
La nariz larga, recta, sin corrección ni dignidad, también era sobrada de carne hacia el extremo y se inclinaba como árbol bajo el peso de excesivo fruto. Aquella nariz era la obra muerta en aquel rostro todo expresión, aunque escrito en griego, porque no era fácil leer y traducir lo que el Magistral sentía y pensaba.
Allí establecía de una vez si el viento era entablado o simple vahajillo, si era francamente a la estrella o se inclinaba al cuarto cuadrante; si el semblante estaba calimoso o cerrado; si la mar estaba picada o de leche; cuánto tiempo duraría todo esto; qué viento apuntaría al mediodía; si la mar sería gruesa a la tarde o abonanzaría, etc., etc.
Los dientes de la condesa continuaban triturando con fuerza grandes pedazos de pan: sus manos se paseaban un poco temblorosas por la mesa tomando y soltando precipitadamente los objetos que se hallaban á su alrededor. Á menudo levantaba la cabeza y parecía concentrar todos sus sentidos en el oído derecho, que inclinaba ligeramente hacía la puerta del gabinete.
Palabra del Dia
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