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Actualizado: 6 de julio de 2025


Pues él fue quien cerró los balcones y encendió la tenebraria y el primero que se puso a rezar a Santa Bárbara. Godofredo estaba inquieto, porque la plática se inclinaba demasiado a la murmuración. Así que, bajando los ojos con suave expresión de mansedumbre, dijo en voz apagada: A uno y a otro les ha de juzgar Dios. A nosotros no nos toca más que compadecerlos y hacerles todo el bien que podamos.

Más que a la opinión de su doncel, se inclinaba Morsamor a la del piloto. Sobre ella alzaba un cúmulo de suposiciones.

¡Qué barbaridad! exclamaba la niña cogiendo uno con ambas manos, sin lograr ni con mucho abarcarlo. Y poseída de repentino entusiasmo y admiración, añadía: ¡Qué fuerte, qué hermoso eres, Gonzalo! Déjame morderte esos brazos. Y se inclinaba para hincar sus dientes menudísimos en ellos. Pero el mancebo tendía sus férreos músculos, y los dientes resbalaban por la piel sin penetrarla.

La inclinaba sobre el hombro derecho, al mismo tiempo que sus ojos seguían mirando hacia la izquierda con una fijeza inquietante, como si contemplasen algo que la infundía pavor. Las pupilas se dilataban; la boca entreabríase con el temblor de las mandíbulas o se cerraba oprimiendo la lengua.

Y, sin mirar a otra cosa que aquella a que su gusto le inclinaba, al cabo de tres días de la ausencia de Anselmo, en los cuales estuvo en continua batalla por resistir a sus deseos, comenzó a requebrar a Camila, con tanta turbación y con tan amorosas razones que Camila quedó suspensa, y no hizo otra cosa que levantarse de donde estaba y entrarse a su aposento, sin respondelle palabra alguna.

Su último duelo databa de ocho años antes: un encuentro en la frontera italiana entre dos señores que se habían abofeteado por una trampa de juego. Aún se hizo más sombrío su rostro mientras se inclinaba en señal de asentimiento, llevándose una mano al pecho.

No tengo yo la culpa. Usted despertó mi curiosidad. No fué pajarito, que fué pajarita. ¿Dice usted que azul? Pues azul; no se equivoca usted. Azul y oro... porque es rubia y estaba vestida de color de cielo. ¿Qué dijo? Aunque la joven inclinaba la cabeza sobre el plato, pude observar que se había puesto pálida, sumamente pálida. Velaba su rostro una sombra de repentina tristeza.

D. Pantaleón sacó otro compás, parecido al cartabón de los zapateros, y con las manos trémulas le dobló el dedo medio y se lo midió. Mientras tanto Moreno inclinaba su rostro pálido haciendo esfuerzos para averiguar el número de milímetros. Cuando Sánchez lo leyó en voz alta, dio un salto y emprendió una carrera vertiginosa al través de los campos.

Era Chichí, que parecía sentir una devoción ardiente. Ya no animaba la casa con su alegría ruidosa y varonil; ya no amenazaba á los enemigos con puñaladas imaginarias. Estaba pálida, triste, con los ojos aureolados de azul. Inclinaba la cabeza como si gravitase al otro lado de su frente un bloque de pensamientos graves, completamente nuevos.

Se inclinaba a la propaganda moral, a la preparación de las conciencias; pero, naturaleza ardiente y viril, no había vacilado en descender hasta la acción si le hubiese sido necesaria. Y aunque de sus relaciones con el Príncipe nada se dijera de preciso, la sospecha de que fuera su querida se confirmaba.

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