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Actualizado: 16 de julio de 2025


Quiero verla arrastrarse otra vez a mis pies antes de la partida de la loca... Pero, ante todo, iré a pedirle a Marta que me devuelva la prueba; sin esa arma soy impotente. ¡Oh, vamos a verlo! La condesa me dará cuenta de su infame complot. Al decir estas palabras, se dirigió al cuarto de la viuda y golpeó a la puerta. Esperó un rato, volvió a golpear y dijo: Marta... Marta... soy yo.

El coronel Roberto, aunque no era cobarde, sentía para una mujer enojada un miedo supersticioso; retrocedió para dejarle libre el paso y fue a rodar impotente por el canapé.

Pensó en el otro, en el falso diplomático, en aquel Von Kramer que tal vez había dirigido el torpedo que despedazó á su hijo... ¿No haría el demonio que lo encontrase alguna vez?... ¡Qué placer verse á solas los dos, frente á frente! Al fin huía de la soledad del camarote, que le atormentaba con los deseos de una venganza impotente.

Los síntomas del tercer órden constituyen el grado mas avanzado de la accion del oro: la melancolía se eleva hasta el desaliento y el disgusto de la vida; el moral se resiente de la debilitacion de la voluntad, y la tristeza y la morosidad son interrumpidas por raptos de mal humor y de cólera impotente; los trabajos intelectuales fatigan y aniquilan.

Ya hace tiempo que me he resignado a permanecer impasible cuando los golpes del Cielo me hieren sin descanso: me he vuelto un ser miserable, sin energía y sin voluntad; me he dejado atar de pies y manos por el destino, y por más que me agito hasta hacer brotar sangre de las articulaciones, eso de nada sirve: impotente soy, impotente seguiré y... ¡nada más!

Me decía un pintor en una ocasión que presenciábamos la puesta del sol: Vea usted ese horizonte desconocido completamente fuera de las regiones intertropicales, y dígame si habrá quien pueda soñar esa clase de tintas. Aquel artista tenía muchísima razón. El pincel es impotente ante la insondable bóveda de los trópicos.

Para huir de una conversación imposible por embarazosa hablé de la deplorable situación de algunas personas, que amenazaba aumentar en el próximo invierno, por enfermedades en unos casos y por miseria en otros; de un niño que se moría en el pueblo y que Julia había asistido y cuidado hasta el día en que, gravemente enferma ella misma, hubo de encomendar a otros su papel, impotente contra la muerte, de hermana de la caridad.

Dentro del hotel la misma impresión de curiosidad y asombro. ¡Ah, miserable! ¡Cuántas veces, en los ensueños de su voluntad impotente, se había visto entrando en aquella casa como un marido de drama, el arma en la mano para matar a la esposa infiel, y destrozando después, como una fiera loca, los muebles costosos, los ricos cortinajes, las mullidas alfombras!

Verdaderamente era tentar al diablo... El golpe era fácil... demasiado fácil... Pero no, no tan fácil como parecía... Aunque hubiera querido, su mano crispada no hubiera obedecido a su voluntad impotente. En vano trataba de avivar su rencor y de mascullar sus malas voluntades; no podía herir a aquel hombre a quien odiaba, pero que se fiaba así de su lealtad...

Repetía a la pobre madre que Germana vivía, que la enfermedad parecía haberse detenido y que aquella dichosa suspensión de una marcha fatal daba derecho a esperar un milagro. No se alababa de curarla y decía a la señora Chermidy que sólo Dios podía aplazar indefinidamente la viudez de don Diego. La ciencia era impotente para salvar a la joven condesa de Villanera.

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