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¿Cómo? le pregunté rápidamente, sin comprender el significado de sus palabras. Recuerde que yo le prometí a su padre ser su protector. Lo , lo . Es mucha bondad la suya dijo, mirándome agradecida con esos maravillosos ojos que siempre me habían tenido fascinado por el hechizo de su belleza. Pero añadió, sacudiendo tristemente su cabeza, me temo que en esto sea usted impotente.

Cerró los ojos: no quería ver. Pensó por un momento que estaba soñando. Era inverosímil que tales horrores hubiesen podido desarrollarse en poco más de una hora. Creyó á la maldad humana impotente para cambiar en tan corto espacio el aspecto de un pueblo. Una brusca detención del carruaje le hizo mirar. Esta vez los cadáveres estaban en medio de la calle: eran dos hombres y una mujer.

El fulgor purpurino de la tarde caía directamente sobre su rostro y hacía resaltar claramente los pliegues y las arrugas que se habían grabado en él durante esos tres últimos años. Penas sombrías parecían asediar su frente; sus ojos habían perdido el brillo y sus labios estaban agitados por un movimiento nervioso en que creí leer a la vez una melancólica sumisión y una impotente rebeldía.

Puesto que las criaturas humanas son demasiado débiles y pecan aún cuando tienen la presciencia de sus pecados, es necesario ser indulgente para con la suma demasiado grande de sus errores. «¡La justicia indulgente no es justa!...» había replicado él; y ella: «La justicia estricta es impotente: sólo la bondad puede vencer al mal

Lepe llegó el primero, y al parecer de buen humor, pero con los labios plegados por una sonrisa de incredulidad que daba pena; Infolio era un anciano achacoso, gastado e impotente para gozar lo que soñaba; Tizona traía melladas las armas, el cuerpo cosido a cicatrices, y alguna herida fresca todavía.

En ese momento me di cuenta de que tenía agotadas las fuerzas. Aquella milagrosa organización se defendió de ella misma. No se lamentó. No confesó nada que pudiera delatar debilidad. Reconocerse impotente y desanimada era ponerlo todo en manos del azar, y el azar le causaba miedo como el más incierto de todos los auxiliares, el más pérfido, acaso el más amenazador.

Las dos personas que en París se interesaban por el marqués, a saber: Beatriz y la señora de Aymaret, estaban consternadas con la divulgación de tales desfavorables hablillas, pero habían acabado por engañarse a mismas, conviniendo que aquellas voces no eran más que el despecho de la envidia impotente.

Es de notar, en efecto, que la multiplicación de las leyes morales no prueba que un pueblo se mejore, sino precisamente lo contrario. Cuando la moral está en peligro, es cuando tiene que pedir socorro. Y toma entonces de la autoridad de las leyes la última, y casi siempre impotente sanción.

El lenguaje humano es miserable... no tiene palabras para el sentimiento, es impotente para traducir el alma.

¿Quién está ahí? preguntó don Santos con voz débil, sin más energía que la de una ira impotente. Creo que son ellos; pero no tema usted. Aquí estoy yo. Usted silencio, que no le conviene irritarse. Yo me basto y me sobro.