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Actualizado: 1 de julio de 2025
Y la de Sánchez Morueta, pensaba en su pariente el doctor, como siempre que había de indignarse contra alguna impiedad. Recordaba su comparación del hermoso templo con el forro interior de uno de esos baúles que usan las criadas, matizados de chillones colorines. ¡Decir tal cosa, cuando todo estaba en aquella iglesia discurrido y ordenado para comodidad y suave placer de los fieles!
Cuando más tarde la vio, manifestole su fracaso en cortas y secas palabras. Durante algunos días hizo esfuerzos para alejar de su pensamiento aquella desagradable entrevista y hasta la imagen del blasfemo. Abrumado, abatido por un recibimiento tan brutal, no imaginaba que hubiese medio alguno de combatir aquel diablo rabioso henchido de ira y de impiedad.
En todo el valle parecía sobrevivir el espíritu religioso, tranquilo y confiado, de la Edad Media, la época que menos se preocupó de la fe, por lo mismo que aún no habían levantado la cabeza la duda y la impiedad.
No carece de interes esa evocacion de las batallas homicidas en un templo ofrecido al Dios de paz, de caridad y amor. ¡Mezcla de religion y de impiedad! Ese es el mundo: adoracion á Dios y guerra al hombre....
Los blancos decian que era impiedad dirigirse al oriente del hibierno, quando los ficles oraban á Dios; y los negros afirmaban que miraba Dios con horror á los hombres que se dirígian al poniente del verano. Zadig mandó que se volviera cada uno hácia donde quisiese.
No se dió vez que hallándose en misa no se hubiera levantado en el instante más crítico y solemne para desperezarse groseramente abriendo una boca horrorosa y echando un palmo de lengua fuera. Hecho lo cual con mucha sangre fría y la cola tiesa, se salía pian pianito del templo. Todo el mundo censuraba fuertemente estos alardes de impiedad.
Llevaba aprendidas unas cuantas tonterías, que representaban las ideas modernas y el otro alumno las rebatía y pulverizaba en un periquete, triunfando de este modo la fe sobre la impiedad de la falsa ciencia moderna.
Trabajar sin descanso hasta conseguir la vuelta del hijo pródigo, hasta destruir este foco de impiedad que podía contagiar los corazones sanos de Peñascosa, hasta remover aquella piedra de escándalo. Quedó decidido en su pensamiento que volvería de nuevo a la carga. Pero esta vez iría mejor apercibido; conocería perfectamente todos los argumentos de los herejes y llevaría preparada la réplica.
En otros tiempos le hubiera defendido con la espada, peleando contra los herejes; ahora soy su sacerdote, y por él batallo cada vez que veo la impiedad de los tiempos cercenar algo de su gloria. El Señor me perdonará, recibiéndome en su seno. Tú que eres tan buena, Tomasa, y tienes alma de ángel bajo tu corteza ruda, ¿no lo crees así...?
En las discusiones con su hermana y otras damas extranjeras que pedían el exterminio de Francia por su impiedad, la buena señora resumía su opinión siempre con las mismas palabras: «Cuando la Virgen quiso aparecerse en nuestros tiempos, escogió á Francia. No será tan malo este país como dicen... Cuando yo vea que se aparece en Berlín, hablaremos otra vez.»
Palabra del Dia
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