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Actualizado: 24 de junio de 2025
Al efecto, una noche presentáronse los inquisidores en su casa, donde le sorprendieron en una de las habitaciones de ella, sin que Perea hiciese resistencia alguna; antes al contrario, con muy prudente actitud y mesurado tono, hizo presente á los esbirros del tribunal que estaba á disposición de ellos, rogándoles, sin embargo, que aguardasen algunos instantes, pues tenía urgencia de evacuar una imperiosa necesidad en que nadie podía sustituirle.
Al llegar al extremo de la calle sentí la necesidad imperiosa de verla otra vez, y di la vuelta, no sin percibir cierta vergüenza en el fondo del corazón, pues ni mi edad, ni mi estado, me autorizaban semejantes informalidades; mucho menos tratándose de tal criaturita. Ya no estaba en el balcón.
Estalló un aplauso ruidoso dentro del circo. En el patio se dieron órdenes con voz imperiosa. El primer toro acababa de morir. Abriéronse en el fondo del pasadizo de la puerta de Caballerizas las vallas que comunicaban con el redondel, y llegaron con más intensidad los ruidos de la muchedumbre y los ecos de la música.
La mejor prueba del cambio que se había operado en él, era ésta: que ya no se complacía, como en otros tiempos, en la fatigosa e infecunda labor de examen íntimo, en la continua alternativa de la duda, sino que, dejando de mano toda discusión, casi obedecía a una voluntad extraña o imperiosa.
Aunque de apariencia endeble, su mirada imperiosa y enérgica recordaba que por sus venas corría sangre de famosos guerreros y que su hermano mellizo, el capitán Bartolomé de Berguén, era uno de los esforzados campeones ingleses que habían plantado la cruz de San Jorge sobre los muros de París.
Óyeme bien dijo acortando el paso y fijando sus ojos en los de Fernando con imperiosa resolución . No quiero que te vayas. ¡No te irás, no debes irte!... Me dice el corazón que va a ocurrir algo malo. Golpeaba el suelo con un pie; apretaba convulsivamente con su garrita enguantada una muñeca de Ojeda, como si temiese verlo desaparecer.
D. Fernando y Doña Isabel llamaron inmediatamente á Don Juan de Fonseca, obispo de Córdoba, y le intimaron la órden de pasar cuanto antes á Flandes para hacer sabedores á los archiduques de este suceso, para que les felicitase en sus reales nombres, y los hiciese conocer la imperiosa necesidad que tenian de preparar su viaje á España, pues ya los aguardaban con impaciencia para ser jurados como príncipes de esta gran nacion, de que el Cielo se habia dignado dejar por únicos herederos.
¡Se habrá visto muchacho más cerdo! exclamó, dando la vuelta a la mesa para acercarse al primero. Y luego que se hubo acercado le arrimó un par de bofetadas que se oyeron en la cocina, y sobre éste otro par, y otro después, y así sucesivamente, hasta que D. Bernardo exclamó en voz alta e imperiosa: ¡Mujer! Doña Martina suspendió la corrección y volvió los ojos a su esposo con sorpresa.
Tenía la voz aunque imperiosa, encantadora, y su persona exhalaba un perfume penetrante y sutil, intenso y turbador, que juntamente producía fascinación al espíritu y embriaguez a los sentidos. El hombre inculto e ignorante, incapaz de analizar lo que experimentaba, pero hombre al fin, sintió la tentación y el ánsia que dá la fruta puesta al alcance de la boca del niño.
Yo me aparté del grupo, fingiendo retirarme a dormir; pero con ánimo de satisfacer una imperiosa exigencia de mi alma, que a veces me pedía soledad y meditación. Todos los ruidos habían cesado en el campamento: las guitarras y castañuelas, así como las cajas y las cornetas, estaban mudas, porque el ejército dormía.
Palabra del Dia
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