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Actualizado: 24 de junio de 2025
Había sido formado sin tener en cuenta las proporciones generales de ese globo ni la imperiosa ley de la pesadez de los cuerpos. No le valió haberse fabricado por debajo una osamenta enorme: sus gigantescas costillas no son bastante consistentes para mantener suficientemente libre y abierto el pecho.
Aunque experimentando cierta repugnancia a dirigirle determinadas preguntas, Delaberge sentíase mortificado por una imperiosa curiosidad. A la prisa que antes había sentido para alejarse, sucedió un ansioso deseo de esclarecer las sospechas que desde hacía algunos días se agitaban en su cerebro.
De un lado, la necesidad imperiosa, brutal, de comer; del otro, el estómago que se resiste, implora, se debate, auxiliado por el reflejo de la caldera que eleva la temperatura hasta el punto de asar una ave que se atreviese a cruzar esa atmósfera.
Elena lloraba y temblaba; parecía estar muy asustada; comenzaba a explicarse la causa de aquel miedo, cuando Marta le hizo comprender con una mirada imperiosa que debía reservar aquella confidencia para cuando estuviesen solas. Cuando llegaron al cuarto de Elena, Marta cerró las puertas y preguntó: ¿Qué es lo que te ha sucedido, querida niña? Habla pronto, que tu madre me espera.
De manera decía doña Celestina con voz imperiosa que yo le doy a la Shele cuatro onzas y dos vacas. Y las azadas y el trillo añadía Machín el viejo. Bueno, y las azadas y el trillo. ¿Con esto estamos ya conformes? Es que ... decía Machín padre, rascándose la cabeza como la chica ha quedado en ese estado, yo no sé si estará bien..., porque las gentes dirán que ... Eso ya os lo he dicho antes.
Era imperiosa e infiel, dos rasgos salientes que me hicieron tomarla por la inspiradora ordinariamente de los espíritus dotados. Pero un día, más adelante, comprendí que la visitante que me causó tantas alegrías primero y luego tanta decepción, no tenía nada de lo característico de la Musa sino mucha inconstancia y mucha crueldad.
Inclinóse el enano respetuosamente ante el señorito, y con su vocecilla chillona y algún tanto imperiosa, díjole que no podía ver a la señora, por haberse acostado media hora antes con una espantosa jaqueca. Un repentino vapor de lágrimas vino a empañar los hermosos ojos azules del niño; volvió bruscamente la espalda al enano sin decir palabra y echó a correr hacia las habitaciones de su padre.
Al llegar al extremo de la calle sentí la necesidad imperiosa de verla otra vez, y di la vuelta, no sin percibir cierta vergüenza en el fondo del corazón, pues ni mi edad, ni mi estado, me autorizaban semejantes informalidades; mucho menos tratándose de tal criaturita. Ya no estaba en el balcón.
Lo que no puede ser, señor duque, es que yo permanezca aquí. ¿La razón? ¡Ah!, no me la preguntéis, porque no puedo decirla. No puedo concebir una sola dijo el duque que sea bastante a justificar semejante locura. Bien imperiosa debe de ser respondió Stein la que me pone en el caso de tomar este partido extremo. Pero... amigo Stein, ¿qué razón es esa? Debo callarla, señor.
María Teresa, como si tuviera conciencia de lo que pasaba en él, creyendo eludir aquel lazo tendido por la soledad y la exaltación de la velada, pronunció con entonación imperiosa y porfiada: No le pido su opinión: hay que cenar; esta mesa revela de una manera perentoria la orden de mamá... es inútil que se ría y mueva la cabeza, ¡usted cenará, Juan! ¿Quién me habrá dado un amigo tan caprichoso? ¡Pronto, un fósforo para encender el calentador! ¡Ah!
Palabra del Dia
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