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Actualizado: 6 de mayo de 2025
18 Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el príncipe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. 21 Y continuó Daniel hasta el año primero del rey Ciro. 1 Y en el segundo año del reinado de Nabucodonosor, soñó Nabucodonosor sueños, y su espíritu se quebrantó, y su sueño huyó de él. Los cuales vinieron, y se presentaron delante del rey.
Mi pecado, si lo hubo, fue de tardanza. No volví por ti a tiempo; ahora estoy dispuesto a enmendarme; pero quiéreme. ¿No gustas tú de que te respeten? Pues yo también gusto de ser respetado. No debo sufrir que de mí hagas tu juguete. Yo soy una chica de tan buen humor, que, por fortuna, huyo de lo trágico y todo lo tomo a risa.
40 Mas lo persiguió Abimelec, delante del cual él huyó; y cayeron heridos muchos hasta la entrada de la puerta. 42 Y aconteció al siguiente día, que el pueblo salió al campo; y fue dado aviso a Abimelec. 43 El cual, tomando gente, la repartió en tres compañías, y puso emboscadas en el campo; y cuando miró, he aquí el pueblo que salía de la ciudad; y se levantó contra ellos, y los hirió.
¡Se ha ido! ¡Huyó esta noche! exclamó . ¡Ya está a varias horas de Orsdael! ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Y se lleva mi vida! ¡Estoy perdido! ¡Estoy perdido! Ebrio de cólera, azorado por el terror, se precipitó sobre la joven, la tomó de los hombros, la sacudió violentamente y le preguntó: ¿Dónde está Marta?... ¿Qué es lo que te ha prometido?... ¿Qué es lo que quiere hacer? ¡Habla o te mato!
Ahogó un sollozo y huyó a su habitación, a llorar, tan pequeña en el amplio y largo corredor, que parecía una niñita. El doctor la siguió con la vista, consultó de nuevo su reloj y, sacudiendo la cabeza, se dirigió a sus habitaciones. El día siguiente fue gris, y, aunque no llovió, hizo mucho frío. El invierno se echaba encima. El barro no tardó en secarse.
-Lo que sé es -respondió el cautivo- que, al cabo de dos años que estuvo en Constantinopla, se huyó en traje de arnaúte con un griego espía, y no sé si vino en libertad, puesto que creo que sí, porque de allí a un año vi yo al griego en Constantinopla, y no le pude preguntar el suceso de aquel viaje.
Un hombre que estaba en la abertura de la cerca y que extendía el puño hacia ellos, gritó con toda la fuerza de sus pulmones: ¡Ah, ah, bribona, estás otra vez ahí! Corro en busca de la condesa para hacerle saber lo que pasa aquí. Esta vez te va a salir mal. Elena se puso vivamente de pie, azorada por aquella amenaza, y huyó hacia la casa dando gritos agudos.
Don Iñigo, receloso y resuelto á pelear, acude á una cita, que se le da en compañía de Don Antonio; Lisardo le cuenta que él no es Don Félix, y las circunstancias, que le obligaron á tomar su nombre; añade, que, estando de visita en casa de Clara, huyó de ella refugiándose en la de Don Iñigo; pero el anciano se encoleriza, y califica de agravio ese yerro; Antonio saca también su espada para vengar en Lisardo la visita secreta hecha á su hermana; Don Félix, que asiste escondido á esta escena, sale también para socorrer á su amigo, y el combate se hubiera llevado á efecto, á no sobrevenir mucha gente que obligara á los combatientes á retirarse.
Más tarde, este desgraciado fué gobernador de La Rioja, y muy adicto al general. El gobernador Moral, sabiendo lo que le aguardaba, huyó, pues, de la provincia, bien que más tarde recibió setecientos azotes por ingrato; pues este mismo Moral es el que participó de los 18.000 pesos arrancados a Dorrego.
Parece que usted no perdona a ninguna, «desde la princesa altiva, a la que pesca en ruin barca». Pero aquí estoy para velar por la moral. Ya la moral huyó de Grecia, ya no se baila el rigodón. empezó a cantar el comandante, repitiendo un pasaje de cierta zarzuela bufa muy popular. Al mismo tiempo tiraba por las narices a la joven, quien se apartó con furia. ¡Déjeme usted, chinchoso, feo, patoso!
Palabra del Dia
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