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Actualizado: 25 de julio de 2025


Gracias, replicó Rosalía con desabrimiento, ya gastadas las fuerzas. Levantose para retirarse. Aquella mujer le repugnaba tanto y hería de tal modo su orgullo con lo ordinario de aquellas expresiones y la ruindad de aquellos pensamientos, que no quiso humillarse más. Refugio la detuvo por el brazo, diciéndole en una carcajada: «¿De veras no quiere usted tomar café con nosotras?

El clérigo quiso humillarse, pedir perdón.... Salga usted inmediatamente. Salió. Peláez temblando y lívido se atrevió a decir: ¡Cuánto siento!... señor Magistral.... No sienta usted nada. Han venido ustedes en mal día. Estoy nervioso. Quise asustarle, imponerle respeto por el terror... y no conté con mi mal humor; me he exaltado de veras, me he dejado llevar de la ira....

La idea de erguirse ante los poderosos y humillarse ante los humildes, que, haciendo al hombre gentil con las mujeres, blando con los niños y duro con los bellacos, viene suprimiendo el látigo en las escuelas, las cadenas en las prisiones y el garrote en los hogares, esta idea matriz de la civilización contemporánea, derivada del principio de la igualdad de todos los hombres, es un concepto nuevo de la personalidad, procedente del derecho humano, en contraposición al derecho divino y netamente expresado por Jaurés el 11 de Febrero de 1895, en la cámara de diputados de Francia, en estos términos: "Si Dios apareciese delante de la multitud en forma palpable, el primer deber del hombre sería rehusarle obediencia, y considerarlo como un igual con quien las cosas han de ser discutidas, no como un amo a quien debemos someternos".

Solucion de una dificultad contra la revelacion. Pero Dios, objetará el incrédulo, es demasiado grande para humillarse á conversar con su criatura; mas entónces tambien deberíamos decir, que Dios es demasiado grande para haberse ocupado en criarnos.

Al verla salir de la casa, ocurriole a Rosalía la atrevidísima idea de acudir a ella... ¡Qué horror! Esta idea fue al punto rechazada por ignominiosa. No, antes de humillarse tanto y perder tan en absoluto su dignidad, la Bringas prefería que su marido le diera el gran escándalo y le dijese cuanto había que decir... ¡Buena pieza era la tal Refugio!

Por eso cuando el joven, herido de algún desdén, de alguna palabra malévola de su mujer, se desataba en denuestos contra ella, sonreía con tristeza, procuraba calmarle, segura de que su cuñado no tardaría en humillarse, en ir contrito y avergonzado a besarle los pies. Cuando el prócer terminó al fin su monólogo, hubo unos instantes de silencio.

Sentía una especie de irritación sorda que no acertaba a comprender quién se la inspiraba, porque, por un extraño fenómeno que no sabía ella misma explicar, aquel Pedro Fernández, autor de la carta, causante de la ofensa, tan sólo acudía a su mente en un lugar secundario, presentándosele, más bien que como representante, como instrumento de un ser más poderoso que parecía imponerse a la orgullosa dama, obligándola a confundirse, y a humillarse, y a callar...

La transacción le costó al clérigo humillarse hasta el polvo, una abdicación absoluta. Vivieron en paz en adelante, pero él vio siempre en ella a su señor de horca y cuchillo; tenía su honor en las manos; podía perderle. No le perdió. Pero una noche, cuando el cura cenaba, tarde, después de estudiar, Paula se acercó a él y le pidió que la oyese en confesión. Hija mía ¿a estas horas?

Aquel golpe terrible no anonadó a Currita, ni le infundió tampoco el extraño sentimiento, mezcla de pavor y de ira, que al recibir en Loyola un bofetón semejante la había obligado a confundirse, y a humillarse, y a callar... Detrás de la mano de Pedro Fernández había visto entonces la mano de Dios, que le impedía profanar con el escándalo de su vida su santa casa, y detrás del bofetón del mayordomo de Palacio tan sólo veía la mano del rey, que no era para ella una idea, sino un hombre, contra el cual se podía luchar y al cual se le podía también vencer.

¡Qué lástima que no estén casados! murmuró el economista mirando a sus pulgares que estaban quietos uno frente a otro, como recelosos de unirse . Porque si vivieran como Dios manda... Ya ves qué proporción. ¡Billetes gratis, casa gratis, comida gratis!... La idea de humillarse a Amparo y ser su huésped y deberle un favor grande, sublevó el orgullo de la Pipaón...

Palabra del Dia

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