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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Pues bien, yo te juro que eso no es cierto. Plutón no me ha llevado engañada: me caí yo y él me sostuvo, pero en vez de sacarme bajó conmigo por la chimenea. Dentro de la mina quiso aprovecharse, pero le salió caro, porque le di con la hoz en la cabeza y le tumbé en el suelo... Creí que le había matado; escapé por la mina y me perdí...

Ya Agamenón se ha arrepentido, ya el consejo de reyes le han devuelto a Briseis, que llora al ver muerto a Patroclo, porque fue amable y bueno. Al otro día, al salir el sol, la gente de Troya, como langostas que escapan del incendio, entra aterrada en el río, huyendo de Aquiles, que mata lo mismo que siega la hoz, y de una vuelta del carro se lleva a doce cautivos.

Un poco más allá le respondían siempre. Y para hacer más llevadera su impaciencia, encontrábase de pronto en una hoz, cuyos taludes de escuetos peñascos parecían juntarse sobre la cabeza del aturdido expedicionario, y cerrarle la salida en todas direcciones.

En mis manos pone no qué virtudes y en mi pecho enciende nueva claridad, y en su empuñadura siento que palpita el misterio fuerte de una inmensidad. " He aquí el hierro le digo al herrero y forja otra hoz". " Ya me duelen contesta los brazos y débil estoy". " Forjarás la segur. ¿No recuerdas que el hierro es tu honor; que del hierro has vivido y el hierro dió a tu fragua inmortal tradición?

Vosotros sucumbís como flores modestas é ignoradas que caen bajo la hoz del segador; pero el próspero sultan que causa vuestro martirio no percibe siquiera el eco de vuestras desinteresadas esclamaciones.

Derrumbáronse á puntapiés las bóvedas de cañas por las cuales trepaban las verdes hebras de las judías tiernas y los guisantes; cayeron las habas partidas por la furiosa hoz, y las filas de lechugas y coles saltaron á distancia á impulsos del agudo acero, como cabezas cortadas, esparciendo en torno su cabellera de hojas.... ¡Nadie se aprovecharía de su trabajo!

Simplezas de algunos santos "En Trayguerra, oyendo un mozo simple predicar a San Vicente la fealdad del demonio, pidió a Dios se le mostrase para reñir con él. Sucedió pasar una pobre vieja, muda de nacimiento, muy fea y mal vestida, que llevaba una hoz en la mano. Juzgando el mozo que era el demonio, acometióla furioso, quitóla la hoz y la segó manos, orejas y narices.

Las ventanas, abiertas, dejaban penetrar una paz penumbrosa y el primer aliento somnífero de la noche. Íñigo de la Hoz y su hija Guiomar se establecieron en Avila el año de 1570, viniendo de Valsaín, junto a Segovia, donde tenían su heredad.

Continuaba rugiendo en su cabeza el ansia de destrucción, y para satisfacerla se metió con la hoz en la mano en aquellos campos que habían sido sus verdugos. ¡Ahora las pagaría todas juntas la tierra ingrata causa de sus desdichas! Horas enteras duró la devastación.

Aquel bosque, aun sin el aliciente de la caza, era delicioso, tanto por los gigantescos árboles que le daban sombra y frescura, como por las olorosas y variadas flores que cubrían el suelo, por las orquídeas que crecían parásitas en los añosos troncos, y por las plantas enredaderas que, formando guirnaldas y festones, entrelazaban los árboles, haciendo a veces impenetrable la espesura, si un negro no caminaba delante con una hoz abriendo camino.

Palabra del Dia

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