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Este personaje decorativo gastaba patillas largas y blancas, abdomen abultado, pantalón obscuro y una chaquetilla blanca, de dril. Hablaba de manera doctoral. La geografía, la historia, el comercio, la navegación, todo lo dominaba este hombre extraordinario. Don Paco me explicó que don Matias y doña Hortensia buscaban para la niña un novio de la aristocracia.

Yo conté lo mejor que pude mi viaje con don Ciriaco. Después vinieron unas cuantas amigas de Dolorcitas. Yo estuve hablando con doña Hortensia, que se mostró muy amable conmigo. A media tarde don Ciriaco me llamó. Vamos, Shanti me dijo. El ama de la casa me advirtió que todos los domingos y días de fiesta estaba invitado a comer allá. Si no iba, preguntarían por y me llevarían a la fuerza.

Tenía una gran movilidad en la expresión y mucha gracia hablando. ¿Habrá que decir que yo estuve en su presencia torpe, turbado, hecho un tonto? No, no es necesario. Me encontraba en la edad del pavo, no había tratado a ninguna mujer y era naturalmente tímido. Doña Hortensia dijo al criado: Dígale al señor que le esperamos para almorzar.

Mi capitán y yo fuimos a ver varias veces a Hortensia para que convenciese a su marido. Ella prometió insistir hasta conseguir su asentimiento. Amigo, los chicos guapos tenéis esas ventajas me dijo don Ciriaco, con su tono zumbón : las mujeres están de vuestra parte. Os ayudan, os protegen, creen que sabéis mucho de marinería.

¡Muchas gracias! repuse yo. Espérate. Aquí tienes que quedarte durante un año; no conoces a nadie y es conveniente que, en caso de necesidad, puedas dirigirte a alguien; pero te voy a contar la historia de Hortensia para que sepas a qué atenerte. ¡Demonio! Tiene historia. verás. Hortensia es vizcaína, de un pueblo próximo a Bilbao. Su padre era un contramaestre a quien llamaban el Griego.

Entonces fué cuando se comenzó a hablar de que Hortensia se entendía con el socio de su marido, con Cepeda. Yo nunca lo creí. Menchaca era, como te he dicho, un exaltado, casi un loco, y al oír que su mujer le engañaba se enamoró de ella nuevamente. Menchaca ya era viejo.

Don Ciriaco, exagerando un poco, le habló a doña Hortensia de mi familia, de nuestra casa solariega de Lúzaro, de mis antepasados.... Al oír los detalles de nuestro preclaro abolengo, la amabilidad de la bella señora aumentó. Doña Hortensia sentía una extremada debilidad por las preeminencias nobiliarias, y resultó cosa no muy rara entre vascongados, que teníamos un apellido común.

Necesito una hora para preparar todo eso dijo el montañés. Muy bien contestó el capitán . Le concedemos a usted la hora. Pueden ustedes dar una vuelta si quieren. No, no. ¿Para qué? Tráigase usted una botella de manzanilla de Sanlúcar y unas aceitunas. Bebimos los dos, y, de pronto, me dijo don Ciriaco: Mira, pilotín; te he presentado a Hortensia y a don Matías, porque te pueden servir.

Roñoso para todo, era hombre de rumbo para los gastos de la casa y de la bella Hortensia. Tenía el sentimiento del comerciante rico que considera a la mujer como el mejor medio de lucirse. En la apariencia, don Matías era un hombre respetabilísimo, serio, de ideas profundas; en el fondo era un pobre majadero, un caso de pedantería y de vanidad grotescas.

Ya le quisiera yo ver al capitán Cook, calvo y con las barbas blancas, venir a esta casa. Estoy seguro de que Hortensia le encontraría el defecto de que no estaba muy enterado de marinería. Yo me eché a reír. , , ríete replicó mi capitán ; pero ten cuidado. Esta mujer tiene malas intenciones para ti. Ya que has salido de la hija, no vayas a caer en la madre.