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Su traje, aunque sobrado pintoresco, era más europeo que indio, salvo el extraño sombrero que llevaba en la cabeza y que era de los que llaman heroínas en Filipinas. La chaqueta o dormán, muy ceñido al cuerpo y adornado con alamares, revelaba las formas robustas de su torso y de sus brazos. Los calzones eran anchos y cortos. Desde la rodilla hasta la planta de los pies calzaba botas de becerro.

En las costas de Tenedos, las mujeres helénicas, con las cabelleras sueltas, arrojaban flores al mar en memoria de las víctimas, con un dolor teatral semejante al de las heroínas de la antigua Troya, cuyas murallas estaban enterradas en las colmas de enfrente.

Pero trabando relación con las heroínas de Walter Scott, surgió en mi espíritu la duda. Eran tan lindas, que yo me desolaba pensando que era necesario parecérseles para ser amada. El cura perdía poco a poco su sonrisa y su color.

Cuando se acercaba á saludarla y tocaba sus dedos finos enguantados y aspiraba el perfume delicado que se escapaba de su persona, como si fuese cualidad de ella y no afeite del tocador, y escuchaba su voz siempre entonada discretamente y veía vagar por sus labios una sonrisa distraída y melancólica, se acordaba de las heroínas que sucesivamente habían ocupado su fantasía y se decía que la condesa nada desmerecía á su lado.

Y como hay notable variedad y riqueza en los lances y episodios, y no pocos discreteos y chistes en los diálogos, razonamientos y cartas que entran en el tejido de la novela, su lectura no cansa ni aflige, sino que deleita, y promete además, que su autor ha de seguir escribiendo, superando en este género lo que ya ha escrito, y procurando que sus héroes o heroínas de la high-life pongan sobre terreno más firme las bases de sus ideales para que no se hundan en el cieno al menor capirotazo.

No se dormia nadie, que todos en alto silencio escuchaban, y si le interrumpian, era para dar pruebas de admiracion y ternura general; y con tan vivos y bien sentidos términos se hablaba de las obligaciones de los reyes, del amor de la virtud, y de los riesgos de las pasiones, que arrancáron lágrimas á Babuco: el qual no dudó que fuesen los predicadores del imperio aquellos héroes y heroinas y aquellos reyes y reynas que acababa de oir, y hasta hizo propósito de persuadir á Ituriel que los viniese á escuchar, cierto de que semejante espectáculo le reconciliaria con Persepolis para siempre.

Pero son otra cosa. Si vamos a la mujer de Francia, tan refinada y que en algunos tipos deliciosos llega a ser exteriormente perfecta, ¿hay sin embargo, entre todas las heroínas de sus grandes escritores realistas, alguna que te sugestione por misma, por la expresión de una fisonomía interior inconfundible?

El recuerdo de la ribera del río y las alegres lecciones de Celinda fué desvaneciéndose. Hubo algo dentro de él que intentó resistirse todavía á esta influencia. Pasó por su memoria el recuerdo de las heroínas fatales de los libros. Hizo un movimiento como si fuese á decir «no», y llevó sus manos á las manos de ella para despegarlas de su pecho.

Lee todavía con delirio a los escritores ardientes, y en las novelas simpatiza sin vacilar con las heroínas culpables; pero generalmente rehuye la sola suposición de una relación ilícita en la vida misma. Para esta resignada y piadosa criatura, el pecado es un fantasma sombrío que la asusta. Es preciso que concurran circunstancias singularmente favorables para que de pronto lo arrostre.

Luego contó, una tras otra, largas historias de las cuales ella o sus amigas habían sido las heroínas; y también tragedias ocultas, como el suicidio de una sobrina de Juan Manuel de Rozas, muchacha suave y sentimental, que no pudo sobrevivir a un desengaño de amor.