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Actualizado: 24 de junio de 2025
Pensó, pues, que la costura, la fabricación de flores o encajes le cuadraban bien, y no pensó en ninguna otra clase de industrias, pues no se acordaba de haber leído que ninguna de aquellas heroínas se ocupara de menesteres bajos, de cosas malolientes o poco finas. «¡A trabajar, a trabajar! exclamó inundada de aquel entusiasmo que tan fácilmente se posesionaba de su alma. Yo te ayudaré.
La servían negros y negras y un blanco, su padre, el esclavo más fiel. Ni un capricho había dejado de satisfacer en su vida la niña. A los dieciocho años se le ocurrió que quería ser desgraciada, como las heroínas de sus novelas, y acabó por inventar un tormento muy romántico y muy divertido.
Allí se desarrollaba con más soltura su imaginación, poblando de seres fantásticos el camino y las arboledas, conversando muchas veces en voz alta con las heroínas de unos amores ideales, arreglados conforme al patrón de la última novela leída. Una tarde, al finalizar el verano, subía Rafael la pequeña montaña de San Salvador, inmediata a la ciudad.
Todas se proponían conmover a sus amigas de Madrid con el relato de tan horrible aventura. Creíanse ya heroínas de una novela de Julio Verne. El espectáculo que se ofreció a su vista cuando tuvieron ojos para contemplarlo era grandioso y fantástico. Inmensas galerías embovedadas cruzándose en todas direcciones e iluminadas solamente por la pálida luz de algunos candiles colgados a largos trechos.
Las fotografías representaban siempre los mismos personajes: las heroínas de Wagner. Leonora, adoradora rabiosa del genio alemán, hablando de él con intima confianza, como si le hubiera conocido, no quería cantar otras óperas que las suyas, y con el afán de abarcar la obra del maestro, no vacilaba en comprometer su prestigio de artista fuerte y vigorosa, interpretando los personajes delicados.
No llega todavía su intimidad a desteñirse bajo la luz violenta de la cultura uniformadora... ¿Habrás notado que las europeas cultas se parecen todas entre sí?... Hay, por lo menos, un cierto tipo de mujeres porteñas que no hallarás reflejado en ninguna literatura y que te sugiere cosas indecibles. Acaso algunas heroínas de Dostoiewski y de Tolstoi pudieran considerarse como una equivalencia.
De todos modos, doña Inés siguió admirando la virtud de Juanita, y aun formó desde allí en adelante sobre su casta entereza un concepto muy superior al que tenemos de las antiguas heroínas que nos ponen por modelo las historias sagradas y profanas.
Pero muchas de aquellas heroínas inglesas y otras que pudiéramos citar, como las de Monteagudo, Chandos y Belver, eran no sólo valerosas sino bellas, calificativo este último que por ningún concepto podía aplicarse á la baronesa de Morel. Os repito, barón, que una doncella como nuestra hija no debería pasar su vida cazando y corriendo por campos y bosques, decía la imponente dama á su esposo.
El maestro don Pascual estaba harto mal de dinero, pero tenía buenos libros, y quiso dar inmediatamente, para regalo, a Juanita algunos tomos de la Biblioteca de Ribadeneyra, entre ellos El Romancero general y las Comedias Tirso, a cuyas heroínas era Juanita muy semejante por lo desenfadada y traviesa.
Palabra del Dia
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