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Actualizado: 14 de junio de 2025


De la sociedad modesta de estribor, las únicas que pasaban por allí eran doña Zobeida y Conchita. La buena dama de Salta saludaba a las «porteñas» con su aire señoril y bondadoso, a estilo antiguo, y seguía adelante sin permitirse mayores intimidades. Ni aquellas grandes señoras deseaban su amistad, ni ella necesitaba de su apoyo.

, cada vez que me acuerdo de lo que era Buenos Aires el año pasado no más, me convenzo de que las porteñas ya no somos lo que éramos; ¡qué unión! ¿Quién se atrevía a hablar en contra nuestra? No había sino un hombre, un solo hombre y ese hombre era él. ¿Y se acuerda usted de la discusión del acuerdo, doctor? ¡Cómo no, misia Medea!

No llega todavía su intimidad a desteñirse bajo la luz violenta de la cultura uniformadora... ¿Habrás notado que las europeas cultas se parecen todas entre ?... Hay, por lo menos, un cierto tipo de mujeres porteñas que no hallarás reflejado en ninguna literatura y que te sugiere cosas indecibles. Acaso algunas heroínas de Dostoiewski y de Tolstoi pudieran considerarse como una equivalencia.

La pobre se asustó, parece que le correspondía en la intimidad de su corazón, aunque sabía ocultarlo y dominarse y había puesto una lápida sobre sus sentimientos culpables. ¡Ah! ¡Estas lápidas de olvido! ¡Cuántas mujeres porteñas han atravesado la vida melancólica hasta una noble ancianidad, plegadas por la virtud a la rutina cotidiana, distraídas por el cariño a los hijos, mientras un amor del pasado se ha ido muriendo como una claridad pálida en sus almas!

Tus magas misteriosas contemplo entusiasmado El rayo de la luna bañando su alba frente, Con blancas vestiduras cruzar rápidamente, Cual cruza por los aires celeste aparicion. Mi mente acalorada poblando los espacios Admira la aérea forma que tienen las porteñas, Sus ojos que derraman miradas halagüeñas, Sus lábios que destilan el bálsamo de amor.

Ah, seguramente supones prosiguió Julio que ella es la única así. Piensas, además, que su actitud para contigo obedece a perversidades incomprensibles. Pero las cualidades y el carácter de estas porteñas desconcertantes, no son, como en la mujer europea, manifestación natural del espíritu, sino una pura apariencia, un delicado disfraz. Algunas lo llevan durante toda la vida.

Cabalmente me parece Adriana el tipo de esas muy exquisitas mujeres porteñas que nadie conoce, finamente disfrazadas de superficialidad, pero mucho más sutiles que las mujeres de otros países. Hasta la maldad resulta en ellas una pura apariencia, un velo necesario para ocultar la preciosa alma incomprendida.

Era la de Aliaga una de esas familias porteñas que se han retraído rehuyendo las antiguas amistades y viviendo en una especie de reserva y de rara indiferencia para todas las cosas que agitan al brillante mundo social. La casa, interiormente suntuosa, parecía demasiado grande para las pocas personas que la habitaban.

Palabra del Dia

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