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Actualizado: 3 de junio de 2025
La belleza frágil y mimosa de la hembra conquista y rinde la voluntad arisca del gallo, quien, en un soberbio «Himno al Sol», la descubre su amor.
Fue feliz durante casi toda su vida, porque la Fortuna le halagó propicia, siendo para él en la juventud novia cariñosa, en la edad viril mujer amante y luego sumisa compañera; únicamente en la vejez, cuando creía tenerla más sujeta, comenzó a mostrársele rebelde, como hembra cansada de ser fiel mucho tiempo.
De nuevo creyó ver al extremo del corredor, al pie de la escalera de las secciones, destacándose sobre la vidriera de salida, aquellas plumas negras y ondulantes. Se abrió paso entre los grupos, sordo a las felicitaciones, empujando a los que le tendían la mano y tropezó en la cancela de cristales con dos compañeros que miraban hacia fuera con ojos de entusiasmo. ¡Qué hembra! ¿eh?
La fortuna es hembra, y él la domaría en fuerza de dinero, lo mismo que á las otras. Los ricos acaban por vencer al destino impalpable. Puso ante él una cantidad enorme para entablar la lucha, y la fortuna no quiso su dinero; antes bien, empezó á darle el suyo con una prodigalidad desdeñosa. El multimillonario deseó perder y no pudo.
No era una mujer lo que encontraba; era una hembra fríamente resignada con los deberes de la procreación. Sobre esto tenía ella sus «ideas particulares y propias» como su marido allá en las Cortes. El querer mucho a los hombres no era de mujeres buenas; eso de entregarse a la caricia con estremecimientos de pasión y abandonos de locura, era propio de las malas, de las perdidas.
Y ahora, hija mía, a ver cómo me das nota clara de tanta y tanta flor, para apuntarlas ce por be, sin que se escape ni una hoja... Pon mucho cuidado para que salga el balance... ¿Verdad, Frasquito, que tiene que salir el balance?». Curiosa, como hembra, no pudo menos de guluzmear en los paquetes que llevó Ponte. «¿A ver qué trae usted ahí? Mire que no he de permitirle tirar el dinero.
La maternidad apasionada y ruidosa de la hembra popular estallaba con fieros arrebatos a la vista de los pequeños. Los besos parecían mordiscos; las caras de los asilados se enrojecían con los violentos restregones; muchos se echaban atrás, como temerosos de la primera efusión.
Cuando, hace cien años, se hizo observar á Reaumur que la hembra del gusano de seda podía producir sin auxilio del macho, lo negó, contestando: «La nada, nada produce.» El hecho, constantemente negado y probado de continuo, acaba de serlo fijamente y queda admitido, no tan sólo para el gusano de seda, sino para la abeja y para cierta mariposa, y aun para otros animales.
Pero su voluntad dominaba en los primeros momentos á la fortuna, y... ¡retirándose á tiempo, antes de que ella se rehiciese, con una maldad de hembra brava!... El príncipe acabó por dormirse pensando en Alicia. ¡La pobre!... No sabe; Lewis tiene razón; no sabe... ¡Qué va á saber una mujer hermosa que sólo ha pensado en ella!... Debo ayudarla. Yo soy un hombre. Tal vez mañana... mañana...
En las manos sentía el calor de los brazos desnudos que acababa de tocar, ante los ojos creía tener aún el escote tentador, y el olorcillo a hembra le andaba escarabajeando en el olfato, como el dejo de una sensación gratísima.
Palabra del Dia
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