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Actualizado: 3 de junio de 2025
Lo otro, lo de Sevilla, fue un ensueño, un capricho loco, del que apenas me acuerdo, y que usted debe olvidar. El torero se levantó, aproximándose a la dama con las manos tendidas. En su rudeza no sabía qué decir, adivinando que sus palabras torpes eran ineficaces para convencer a aquella hembra.
Conocíase adorado Cervantes por la hermosísima doña Guiomar y por la bellísima Margarita amado, y dolíale, y no sabía qué hacerse, y acometíanle un tumulto de tentaciones que consigo mismo le enemistaban; porque si bien él era mozo galanteador que no reparaba en inconvenientes, hasta entonces, como ya se ha dicho, con amor no había dado que le obligase y en tristezas y cuidados le pusiese; y encontrábase entre dos mujeres, ambas merecedoras de todo respeto y homenaje; y puesto que Margarita le pareciese hermosa a maravilla, y dulce y enamorada, parecíale doña Guiomar una divinidad; y no había lugar a que dudase; que tratándose de que perdiese su libertad bajo el yugo, tal vez durísimo, del himeneo, doña Guiomar era sin contradicción y sin sombra de duda su escogida y su bien amada; y como él no pudiera partirse en dos, o no hubieran de llegar a hechos las tentaciones que por Margarita sentía, o había de tenerla por amiga, cosa que los hidalgos y cristianos pensamientos de Cervantes repugnaban; que tratándose de una doncella tal, y tan mal aventurada, y tan cuitada como Margarita, infamia hubiera sido, prevaleciéndose de sus inocentes amores y de sus desdichas, perderla en la deshonra como una hembra de poca valía, en malos pañales criada y a todo puesta; así es que Cervantes no sabía qué hacerse; que si los amores de Margarita, que ya se mostraban harto claros, no aceptaba, heríala a un tiempo en su vanidad y en su amor, y aceptándolos la perdía y a doña Guiomar ofendía, y él mismo se ofendía en sí mismo en las dos; que no se puede ir por un mal camino sin exponerse a caer en los despeñaderos que en él se encuentran, y tanto más, que estos caminos malos son resvaladizos, y una vez entrados en ellos, atrás no podemos volvernos y nuestra perdición es segura, y quien en el peligro se mete conociéndole, las desventuras que le sobrevengan merece.
Era viuda; iba vestida de luto, con gitanesca exageración, pues hasta por encima del cruce del pañuelo se veía el borde de su camisa de percalina negra. Sin marido que le ganase, ni otra fortuna aparente que tres caballerías de un hijo suyo, era la hembra de más dinero de las Cambroneras, y su casa la mejor.
La hembra lleva en su vientre el fruto de sus amores nueve meses. Su leche agradable, un poco azucarada, tiene la tibia pastosidad de la leche de mujer. Mas, como debe cortar constantemente la ola, si tuviera las mamas colocadas sobre el pecho, expondría al pequeñuelo á chocar constantemente; por lo tanto están un poco más bajas, en sitio más apacible, en el vientre de do salió.
Se agitó en los primeros meses con el cariño agresivo é irracional de la hembra que ve sus cachorros en peligro. Corrió de ministerio en ministerio, valiéndose de todas sus relaciones sociales. ¡Pero eran tantas las madres!... No iban á emprender una gestión diplomática sólo para ella.
El día en que creó Dios al hombre, a la semejanza de Dios lo hizo; 2 macho y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados. 4 Y fueron los días de Adán, después que engendró a Set, ochocientos años; y engendró hijos e hijas. 5 Y fueron todos los días que vivió Adán novecientos treinta años; y murió.
Luego les mostró el salón amueblado igualmente con exceso, pues había que marchar tortuosamente entre tantos sillones y mesillas y un dormitorio, que parecía pertenecer por lo vistoso á una hembra de vida galante. En todas estas piezas se notaba el rudo contraste entre la suntuosidad abrumadora de los muebles y la modestia de los tabiques, cubiertos de un papel ordinario.
Después, la escena había sido horrible entre él y su amante. ¡Ay, la mala hembra! ¡Qué franqueza tan cruel la suya! ¡Qué deseo de acabar de una vez, de plantearle descarnadamente lo anormal y repugnante de la situación!
El presente sucedido es popularísimo en Lima y te lo referirá, lector, con puntos y comas, el primer octogenario con quien tropieces por esas calles. La mujer de Román, si bien honradísima hembra en punto a fidelidad conyugal, tenía las peores cualidades apetecibles en una hija de Eva.
Era más joven que ella, y con el furor de una hembra que se da cuenta de su próximo ocaso, se agarraba á aquel profesional de la hermosura viril que, satisfecho de su persona, dejaba que las aventureras de las estaciones de placer se disputasen el honor de acapararlo, con toda clase de concesiones y sacrificios.
Palabra del Dia
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