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Actualizado: 28 de junio de 2025
Sí... son vergajos de cuero para que pueda ser vapuleado sin recibir golpes mortales... ¿Y las hachas de viento? ¿Y los cohetes? Todo está dijo uno sin poder disimular su gozo . El figurón vestido de todas armas a la antigua que ha de presentarse en lugar de lord Gray aguarda en aquella casa. Mamarracho igual no le ha visto Cádiz. Pero D. Pedro no parece...
Y sin poder decir más, lo firmo de mi mano y nombre en París á 3 de noviembre de 1611.» Pocas horas después, auxiliado por Fray Andrés Garín, de la Orden de Santo Domingo, espiró , cerrándole los ojos los fidelísimos amigos Gil de Mesa y Manuel Don Lope, que acompañaron el cuerpo, seguidos de algunos mendigos con hachas, hasta la iglesia del Convento de los Celestinos, donde fué sepultado.
En el capítulo 5.º ya hemos referido el adorno de los patios de la ALJAFERIA. De ésta, salió con direccion á la Seo con el acompañamiento acostumbrado precedido del estandarte real y del de S. Jorge; se computan en 10,000 solo las hachas que ardieron en aquel viage, que duró hasta las dos de la noche, á cuya hora entró en la iglesia.
»Pusieron al cuerpo el interior humilde atavío de difunto, y después le vistieron como si estuviera vivo, como se acostumbra a hacer con los Caballeros de Órdenes Militares: puesto el manto capitular con la roxa insignia en el pecho, el sombrero, espada, botas y espuelas; y de esta forma estuvo aquella noche puesto encima de su misma cama en una sala enlutada; y a los lados algunos blandones con hachas, y otras luces en el altar donde estaba un Santo Cristo, hasta el sabado, que mudaron el cuerpo a un ataúd, aforrado en terciopelo liso negro, tachonado y guarnecido con pasamanos de oro, y encima una Cruz de la misma guarnición, la clavazon, y cantoneras doradas y con dos llaves: hasta que llegando la noche, y dando a todos luto sus tinieblas, le conduxeron a su último descanso, en la Parroquia de San Juan Bautista, donde le recibieron los Caballeros Ayudas de Cámara de su Magestad, y le llevaron hasta el túmulo que estaba prevenido en medio de la capilla mayor; encima de la tumba fue colocado el cuerpo: a los dos lados había doce blandones de plata con hachas, y mucho número de luces.
Alvar García de Santamaria nos hizo una descripcion minuciosa, de la que solo tomarémos lo mas importante. En el capitulo 5.º ya hemos referido cómo estaba adornado el patio formando una sala, de cuyo cielo colgaban 16 candeleros con cuatro hachas cada uno.
Unos tocaban cuernos, otros golpeaban sartenes y cacharros, otros sonaban cencerros y esquilas, y con el ruido de tales instrumentos y el fulgor de las hachas, aquel cuadro parecía escena de brujas o fantástica asonada del tiempo en que había encantadores en el mundo.
Al alcance del brazo de la tripulación permaneció el tiburón más de media hora, recibiendo en la cabeza en ese espacio de tiempo un sinnúmero de golpes con hachas y espeques. El que no haya presenciado la muerte de un tiburón, no puede comprender el gran principio de irritabilidad y fuerza vital que posee su organismo.
Haciendo jornadas muy cortas salió de Burgos el 20 de diciembre de 1506, acompañada de un crecido número de vasallos con hachas encendidas, muchos frailes franciscanos tambien con luces, el prior de la cartuja y algunos monges que decian misas diarias por el alma del soberano, cuya caja iba en medio de esta fúnebre comitiva, seguida del coche de la desdichada Doña Juana y de las damas y caballeros de su palacio.
Apénas nos atrevimos á caminar por entre aquellos abismos de cristal en un trayecto de 80 á 90 metros. Nos conducian dos guias que, con el auxilio de hachas y picos, iban practicando en el hielo pequeñas hendeduras que nos servian de escalones para trepar hasta la cima de alguna onda ó colina.
No me dio lugar mi suspensión y arrobamiento para que mirase y notase en particular lo que traía vestido; sólo pude advertir a las colores, que eran encarnado y blanco, y en las vislumbres que las piedras y joyas del tocado y de todo el vestido hacían, a todo lo cual se aventajaba la belleza singular de sus hermosos y rubios cabellos; tales que, en competencia de las preciosas piedras y de las luces de cuatro hachas que en la sala estaban, la suya con más resplandor a los ojos ofrecían. ¡Oh memoria, enemiga mortal de mi descanso! ¿De qué sirve representarme ahora la incomparable belleza de aquella adorada enemiga mía? ¿No será mejor, cruel memoria, que me acuerdes y representes lo que entonces hizo, para que, movido de tan manifiesto agravio, procure, ya que no la venganza, a lo menos perder la vida?» No os canséis, señores, de oír estas digresiones que hago; que no es mi pena de aquellas que puedan ni deban contarse sucintamente y de paso, pues cada circunstancia suya me parece a mí que es digna de un largo discurso.
Palabra del Dia
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