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Actualizado: 13 de octubre de 2025
Entonces, si ustedes hubieran visto al pobre viejo, si le hubiesen visto precipitarse a mí, con los brazos extendidos, abrazarme, apretarme las manos, correr trastornado por la habitación, repitiendo: ¡Dios mío, Dios mío! Reíansele todas las arrugas del rostro. Estaba rojo. Tartamudeaba. ¡Ah, caballero! ¡Ah, caballero! Ibase después al fondo, llamando: ¡Mamette!
Quedó más tranquilo desde que no tuvo en la habitación aquellos perversos enemigos de su salvación. Dejó por completo la lectura y entregose de nuevo a los deberes del confesonario, que tenía algo abandonados. Y procediendo con sus dudas de crítica histórica como los santos antiguos procedían con las tentaciones de la carne, comenzó a mortificarse despiadadamente.
»Por último, al retirarse mi madre a su habitación, la advertí lo de la cita al banquero. Preguntome ansiosa que para qué, y me excusé de complacerla, recordándola nuestro convenio de no descubrirla mi plan hasta que estuviera ejecutado. En hablando a solas con el banquero, lo estaría... en lo que a ella le interesaba.
Mi madre parecía dormida; su tez estaba coloreada y su respiración era rápida. Yo temí despertarla si la besaba, y me contenté con poner mis labios sobre un extremo de su vestido. Después, me hicieron entrar en la habitación del conserje, que permitió que durmiese con sus hijos; pero yo no pude dormir a causa de mi disgusto y de los ruidos que oía.
Enfrente de la habitación en que escribo estas líneas hay un casucho de miserable aspecto. Este casucho tiene tres pisos. El primero se adivina por tres angostísimas ventanas abiertas á la calle. Nunca he podido conocer los seres que viven en él. El segundo tiene un desmantelado balcón que se extiende por todo el ancho de la fachada.
Allí estaba ella, para arreglarlo todo con el endemoniado Gabriel. Y alegraba la sombría habitación con sus risotadas y sus palabras enérgicas de vieja sana. Otras veces invadían la casa los amigos de Gabriel, abandonando la tertulia del zapatero.
Aun está en la habitación del señor duque. Semíramis salió y la señora de La Tour de Embleuse se dirigió a la habitación de su marido. Cuando se disponía a abrir la puerta, oyó la voz del duque, clara, alegre y vibrante como un clarín. ¡Cincuenta mil francos de renta! decía el viejo . ¡Ya sabía yo que volvería la fortuna! El doctor Carlos Le Bris era uno de los hombres más apreciados de París.
La redacción se constituyó en el mismo local del Ateneo, que era el cuarto de estudio de uno de nuestros compañeros; una habitación aguardillada, donde los sábados se aplanchaba la ropa de la casa, no pudiendo por lo mismo reunirnos en este día. Discutiose ampliamente el reglamento y se nombró administrador y redactor en jefe.
Ejecutada la hazaña, a puntapiés mandó los tristes restos a las esquinas de la habitación, de la cual se retiró sin volver atrás el rostro. Tabaco picado A los pocos días supo Amparo en la Granera, convento laico donde nada se ignora, que Chinto andaba pretendiendo ingresar en el taller de la picadura.
No habian trascurrido dos minutos, cuando se dejó ver una criada que nos dijo en buen español: Si ustedes quieren ver la habitacion que está vacante, pueden hacerlo; y en el caso de acomodarles, dispongan de ella, sin perjuicio de que luego se concierten con el ama. Esta proposicion nos agradó en extremo, ansiosos como estábamos de descansar, y la criada nos pareció una mujer de mucho talento.
Palabra del Dia
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