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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Era una hermosa mula negra salpicada de alazán, firme de piernas, de pelo lustroso, grupa ancha y redonda, que llevaba erguida la enjuta cabecita guarnecida toda ella de perendengues, lazos, cascabeles de plata, borlillas; además de estas buenas cualidades, reunía otras que el Papa no apreciaba menos: era dulce como un ángel, de cándido mirar y con un par de orejas largas en constante bamboleo, que le daban aspecto bonachón... Todo Aviñón la respetaba, y cuando pasaba por las calles no había agasajos que no se le hiciesen, pues todos sabían que ése era el mejor medio de ser bien quisto en la corte, y que con su aire inocente, la mula del Papa había conducido a más de uno a la fortuna.

También salían por intervalos torrentes de notas armoniosas desprendidas de un piano. La casa de Elorza era la primera de una calle estrecha y larga y guarnecida por ambos lados de soportal, como casi todas las de la villa de Nieva. Su fachada más importante miraba, pues, a esta calle; pero tenía otra con balcones a la plaza del pueblo, que era amplia y hermosa como la de una ciudad.

En la segunda jornada, aparece el rio tan ancho y hermoso como la víspera, pero mucho mas tortuoso y casi enteramente desembarazado de islotes: se ve entre tanto guarnecida su ribera izquierda de palmeras motacúes, al paso que sobre la derecha se presenta entre multitud de árboles muy variados, una nueva especie de palmas, conocida bajo el nombre indígena de chuco, y notabilísima por sus hojas, cuya figura es igual á la de un sol, pues se componen de infinidad de hojuelas que á manera de rayos parten de un punto céntrico al cual están sugetas .

Los tres salieron, acompañados del pastor Lagarmitte, a quien se había nombrado trompeta, y del anabaptista Pelsly, persona grave, de amplia barba corrida alrededor de las mandíbulas, que iba con los brazos metidos hasta los codos en los enormes bolsillos de su túnica de lana gris guarnecida de broche de latón, y a quien la borla de su gorro de algodón le caía en medio de la espalda.

Diéronles luego agua á manos en una palangana de oro, guarnecida de esmeraldas y rubíes; lleváronlos á acostar á un suntuoso aposento, y la mañana siguiente traxo el criado á cada uno una moneda de oro, y despues los despidiéron. El amo de esta casa, dixo Zadig en el camino, me parece que es hombre generoso, aunque algo altivo, y que exercita con nobleza la hospitalidad.

Qué conexión tenían estas diminutas torres de ladrillo con la famosa de Babel, donde los idiomas se confundieron, nosotros no lo sabemos; pero debemos manifestar que a esta fábrica así guarnecida, la llamaban en el país la Babilonia de don Rosendo. Estaba suntuosamente amueblada.

La copia del Koran, dice Al-Makkari, que se supone escrita por el Califa Othman y que se conservaba depositada en el mimbar ó púlpito de la gran mezquita de Córdoba, estaba cuidadosamente guardada en una caja de oro guarnecida de perlas y rubies, forrada de rica seda, y encerrada en una pequeña arca de madera de aloe con clavos de oro.

Era siempre el último, a fin de dar a un apetito bastante débil mayores probabilidades, antes de ponerlo a prueba. Hacía casi dos horas que la mesa estaba guarnecida con platos suculentos esperando su llegada. El squire Cass era un sexagenario alto y corpulento. Sus cejas crespas y la mirada bastante dura de sus ojos parecían no estar en armonía con su boca caída y su energía.

Tenía puesta una bata de un gris muy claro, guarnecida con encajes y lazos del color que toma el granate cuando la luz le hiere. Las medias, de finísima seda, eran del mismo color, y ceñían sus pies unas chinelas grises, que aun siendo muy pequeñas, eran grandes para ella.

Por aquella época cató la familia los colchones de muelles; Torquemada empezó á usar chistera de cincuenta reales; disfrutaba dos capas, una muy buena, con embozos colorados; los hijos iban bien apañaditos; Rufina tenía un lavabo de los de mírame y no me toques, con jofaina y jarro de cristal azul, que no se usaba nunca por no estropearlo; Doña Silvia se engalanó con un abrigo de pieles que parecían de conejo, y dejaba bizca á toda la calle de Tudescos y callejón del Perro cuando salía con la visita guarnecida de abalorio; en fin, que pasito á paso y á codazo limpio, se habían, ido metiendo en la clase media, en nuestra bonachona clase media, toda necesidades y pretensiones, y que crece tanto, tanto, ¡ay dolor! que nos estamos quedando sin pueblo.

Palabra del Dia

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