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Actualizado: 8 de noviembre de 2025
La madre y la esposa del torero, entre parientas y amigas, marchaban al frente, haciendo crujir a su paso la gruesa seda de las faldas negras y sonriendo dulcemente bajo sus mantillas.
La otra era un fauno obeso; su voz gruesa, su pescuezo corto, su pecho invasor, un bozo recio, que ya era bigote casi, hacían de ella un ser híbrido, en el que los dos sexos se confundían. Estaba esa noche verdaderamente constelada de diamantes, desde la cabeza hasta los dedos, y como los tenía, y muy buenos, uno de sus orgullos era colgárselos para exhibirlos.
Los anteojos eran de gruesa armadura blanca, con cristales redondos, y la cofia, de tul negro con cintas moradas. ¡Era cuanto había que ver doña Ramona haciendo media, desde que necesitaba anteojos y papalina!
A las cuatro de la mañana llegué á Punta Rubia, á donde hallé la mar sumamente gruesa; y en medio de la rompiente seguí con la chalupa por la proa, y toqué con la quilla en la cabeza del N de los bancos: con otro golpe de mar salimos, y seguí gobernando al S 1/4 SE por entre el rompidero de la costa, y el de los bajos, que tiene 50 brazas de latitud.
Me mostró una que ha llegado hace diez días y la tiene, en espera de su dueño. ¿Podría ser de Blair? pensé yo para mí. ¿Qué clase de letra era la del sobre? le pregunté. De tipo inglés, gruesa y pesada. Noté que la palabra signore está mal escrita. La letra de Blair era gruesa, porque, generalmente, escribía con pluma de ave. Tuve ansias de poderla ver.
Hecha esta recomendación, Martín, muy erguido, se dirigió al convento. Aquí va a pasar algo gordo se dijo Bautista preparándose para la catástrofe. Llamó Martín, entró en el portal, preguntó a la hermana tornera por la señorita de Ohando y le dijo que necesitaba darle una carta. Le hicieron pasar al locutorio y se encontró allí con Catalina y una monja gruesa, que era la superiora.
La unidad italiana había derribado y reconstruido mucho, pero aún quedaban en pie varias filas de casitas, bajas de techo, con la fachada blanca ó rosada, las puertas verdes y el piso bajo más avanzado que el superior, sirviendo de sostén á una galería con balaustres de madera. Todo lo que en ellas no era ladrillo era carpintería gruesa, igual al trabajo de los calafates.
Paz, de rodillas, recogía monedas; Salomé, de rodillas, recogía también; pero la gruesa, con su pesada mano, no igualaba en presteza á la nerviosa, que iba más ligera y cogía dos piezas en lo que su tía atrapaba una. Salomé parecía una loca.
Matildita revoloteaba como un jilguero asustado; los criados iban y venían con botellitas y frascos entre las manos. Pregunté lo que pasaba, y me enteraron de que la señora de Torres se había puesto enferma repentinamente; un ataque al corazón, decían. ¡Estaba tan gruesa! Fui a su habitación y me dijeron que estaba dentro el médico.
En el círculo que formaban los más curiosos de los presentes, estaba la Baronesa de Börne, dama austriaca, gruesa y de baja estatura, la única de su sexo que había acudido a la villa, y que miraba fijamente a la extranjera, abrumando al mismo tiempo con sus preguntas a los criados, quienes no sabiendo qué contestar se mezclaban en los grupos a comentar lo ocurrido.
Palabra del Dia
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