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Actualizado: 26 de julio de 2025
Te digo que no voy a dejarme engañar más gritó furioso. He manifestado que quiero el dinero, porque de otro modo, voy a hacer público todo. ¿Entonces adonde vas a ir a parar, eh? Y se rió de una manera dura y triunfante, mientras ella retrocedía pálida, aterrada y sin aliento.
Un día, visitaba con cuidado la Montaña Aislada, lúgubre cima, bastante árida ya en su aislamiento original, y que parece más árida aún por los blancuzcos mármoles con que San Francisco da asilo a los que fueron sus ciudadanos, y los protege de un viento furioso y persistente, que se empeña en esparcir sus restos, reteniéndolos bajo la movediza arena que parece rehusar cobijarlos.
El perro del pastor ladraba furioso cuando uno de esos hombres de fisonomía extraña aparecía en las alturas, y su fisonomía extraña se destacaba negra sobre el cielo, en el ocaso breve del sol de invierno; porque, ¿a qué perro no incomoda una persona encorvada bajo el peso de un fardo? Y aquellos hombres pálidos rara vez salían de su aldea sin aquella carga misteriosa.
Con este temporal tan peligroso La nave sobre tierra va volviendo: El viento con su impetu furioso, Las velas en un punto descojendo, Hace volver la popa sin reposo A tierra, y el mar adentro vá corriendo. La gente alborotada sin consuelo, Levantan alaridos hasta el cielo.
¿Le parece a usted poco meternos en agua sucia? Hombre, no era plato de gusto; pero al verle a usted tan agitado y furioso, todos creímos en un peligro de muerte, ¿verdad, señoras? Las damas se deshacían en exclamaciones, llorando unas, riendo otras.
Arrojó al fin los periódicos y agitándose furioso un instante, y apretando los puños llenos de rabia, quedóse largo tiempo pensativo, hundido en la poltrona en que se hallaba sentado, contraída la boca, frunciendo el entrecejo, fijos los ojos en el fuego de la chimenea, cuyas movibles llamas prestaban a su rostro un resplandor rojizo.
Hemos sido unos brutos, y ahora, en justo castigo, nos quedamos en la miseria, y muchas gracias si en alguna tienda nos quieren admitir de bestias de carga. Y Cuadros, furioso, iba de un extremo a otro del salón manoteando, gozándose cruelmente en pintar a su discípulo toda la grandeza de su ruina.
Cuando Carlos supo que Martín estaba solamente herido en un brazo y que se paseaba vendado por el pueblo siendo el héroe, se sintió furioso, pero por si acaso, no se atrevió a salir a la calle.
La gente está en el bosque. Dígale usted a la gente que me río de ella respondió Fernanda con gesto furioso que hizo sonreír al muchacho. ¿Tú no conoces la casa? añadió bajando la voz y dirigiéndose a D. Santos. Pues voy a enseñártela toda. Verás. Subieron la mohosa y estropeada escalera. Fernanda, sin cerrar boca, fue recorriendo todas las habitaciones del caserón y mostrándolas al indiano.
Sería lo que se te antoje, pero era un hombre muy campechano y muy á la buena de Dios. ¡Así fuese éste como él! ¡Pobre señor conde, en qué pocos días se escapó al otro mundo!... Me voy, que aún no le he mandado el almuerzo á tu padre, y estará furioso. Ahora hazme el favor de salir de esa bendita cama y no vuelvas á dormirte. Hasta luego, hijo mío. Su hijo la llamó antes de llegar á ella. Mamá.
Palabra del Dia
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