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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Al contrario, teniendo más dinero que ninguno, lo natural es que les aventajase en anhelos poderosos. Y fue a poner sus ojos redondos y encarnizados en la joven más linda, más rica y más encopetada de la ciudad: en Fernanda Estrada-Rosa nada menos. El suceso causó admiración y risa en el vecindario.
Al cabo de pocos meses, sus relaciones con Fernanda, que habían ido enfriándose paulatinamente, se rompieron por completo. Fue exigencia ineludible de Amalia. Desde el principio lo venía preparando con soberano arte, marcándole el tiempo que había de estar al lado de su novia, las veces que la había de sacar al baile y hasta lo que le había de decir.
Quedó pálida, pendiente de los labios de María Josefa, como si de ellos esperase la salud o la muerte. Aquélla advirtió bien su turbación, y dijo después de mirarla un instante fijamente: No te lo digo... ¿Para qué?... Acaso sea todo una calumnia. Fernanda se repuso instantáneamente. Está bien respondió haciendo un gesto de displicencia. Cálleselo. Después de todo, ¿a mí qué me importa todo eso?
Nosotros debemos hacer las cosas de otro modo. D. Pedro no pudo menos de sentir el peso de aquella verdad innegable. Josefina cruzó el salón para ir a acostarse. Al pasar rozando con Fernanda, que estaba sentada y sola, ésta la pilló al vuelo por un bracito y la atrajo.
Amalia supo ahuyentar la suspicacia de Fernanda haciéndose confidente y protectora decidida de sus amores. Si mantenía ratos larguísimos de conversación particular y animada con el conde, no menos largos y animados los gastaba con la chica.
Ya puede decir esa niña que tiene un campeón valiente dispuesto a romper lanzas por ella. La dama apuró la broma. No se hartaba de apretar al conde, como si quisiera dejarle convicto de su amor por Fernanda. Apesar de la sonrisa benévola que animaba su rostro, había ciertas extrañas inflexiones en la voz que nadie más que una sola persona podía apreciar en aquel momento.
Perdona si mis palabras te han ofendido. Fernanda hizo una mueca de desdén y se alejó exclamando: ¡Arrepiéntete, pecador, que el infierno tienes delante! ¡El infierno! Esta palabra, soltada a la ligera, como broma, hizo dar un vuelco a su corazón; despertó la preocupación constante de su existencia desde hacía algún tiempo. Todos los Gayoso habían vivido bajo la influencia de esta idea funesta.
Fernanda no había despegado los labios durante la comida. Todos los esfuerzos de Granate, a quien la amabilidad de Emilita había colocado cerca de su apetecido dueño, resultaron infructuosos.
Este gesto hirió a la solterona, que se apresuró a decir con aguda sonrisa: Pues precisamente porque a tí te importa es por lo que temo decírtelo. No entiendo... María Josefa se inclinó hacia ella y le dijo: Porque dicen que el padre de la criatura es Luis. Como ya antes había sentido la puñalada, Fernanda quedó impasible y preguntó con indiferencia: ¿Qué Luis? El conde, muchacha.
Luis y Fernanda comenzaron a verse aquí una o dos veces por semana. Lejos de la mirada fulgurante de Amalia, aquél se encontraba a gusto, recobraba su serenidad. Hablaban larguísimos ratos en voz baja, sin que nadie les molestase; al contrario, la Niña tenía buen cuidado de proporcionarles ocasión y espacio suficientes.
Palabra del Dia
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