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Actualizado: 14 de octubre de 2025
Pasaron batallones, escuadrones, baterías, con dirección al Norte, fatigados, sucios, cubiertos de polvo y barro, pero con un enardecimiento que galvanizaba sus fuerzas casi agotadas. Los cañones franceses empezaron á tronar por la parte del pueblo. Grupos de soldados exploraban el castillo y las arboledas inmediatas.
Habíanse sucedido al lado de él varias parejas de padrinos, fatigados de seguirle en el relampagueo de su trabajo; pero los que ahora le acompañaban tenían que gritar ¡haup, haup, haup! con más lentitud, esforzándose en vano por animarle y enardecerle, tirando de él con la palabra como si fuese una bestia cansada y vacilante que se encabritase bajo el látigo, sin poder salir de su paso.
OPERARIO. Bien, señor. Dormiditos están como unos ángeles. Allá les dejo media hora más reponiendo en el sueño sus cuerpecitos fatigados. MÁXIMO. Hija, debemos mirar por nuestros cuerpecitos... o nuestros corpachones. ¿Comemos? ELECTRA. Cuando quieras. Todo lo tengo pronto. MÁXIMO. Eso me gusta. Todo a punto. Así se llega siempre adonde se quiere ir.
Híala, no negaré que hay algo de verdad en la relación que has hecho; los sueños son el único consuelo de los desgraciados, y ya halaguen sólo los miembros fatigados y lasos, o ya entretengan con sus juegos la sed de una imaginación ardiente, siempre es dulce el disfrutarlos.
En la realidad, ya desde hoy, somos los Jesuitas del Paraguay dichosos, aunque en esa relación que os presento, fuesen todavía como fatigados. Y no ellos solos, que también los que al nacer hijos de la predicación evangélica, se cuentan al mismo tiempo hijos vuestros, por sujetos á vuestro apetecible imperio, ni les queda más á que aspirar, ni harán nueva felicidad que apetecer.
Ahora todos permanecían silenciosos, con gesto de enfurruñamiento, pensando en la propia suerte, sin preocuparse de lo que dejaban á su espalda. Fuera del parque zumbó un ruido de muchedumbre. Negrearon los caminos. Empezaba otra vez la invasión, pero con movimiento de reflujo. Pasaron durante horas enteras rosarios de camiones grises entre los bufidos de sus motores fatigados.
Cuando salieron estos desdichados de sus tierras, viendo los cristianos que muchos de ellos caminaban mui fatigados, enfermos i convalecientes i yendo á pie ó en malas cabalgaduras, moviéronse á lástima; i así es fama que solian exhortarlos para que recibiesen el agua del bautismo, i pusiesen fin á sus infelicidades presentes, i á las que estaban por venir.
La simiente extranjera produjo en poco tiempo una inmensa selva: la selva de la Inquisición y del fanatismo, que aún subsiste. Cortan y cortan los leñadores modernos, pero son pocos y caen fatigados; los brazos de un hombre pueden poco ante troncos de cuatro siglos. El fuego, únicamente el fuego podrá acabar con esa vegetación maldita. Don Antolín abría los ojos con asombro.
Fatigados con tanto movimiento y alardes de fuerza, choques y excitaciones vanas, Paco y Joaquín, antes que Edelmira, Obdulia y Visita, dejaron de correr y enredar; y muy serios, con la melancolía del cansancio, se pusieron a contemplar la luna que apareció en el horizonte como una linterna en el campo de batalla de las nubes, que yacían desgarradas por el cielo.
Desnoyers y Argensola se encontraron en un café del bulevar cerca de media noche. Los dos estaban fatigados por las emociones del día, con la depresión nerviosa que sigue á los espectáculos ruidosos y violentos. Necesitaban descansar. La guerra era un hecho, y después de esta certidumbre, no sentían ansiedad por adquirir noticias nuevas. La permanencia en el café les resultó intolerable.
Palabra del Dia
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