United States or Malawi ? Vote for the TOP Country of the Week !


Cada cual se iba después para su casa y tranquilos y felices dejaban caer sus miembros fatigados sobre dos blandos colchones, tan blandos y esponjados como pudieran tenerlos el juez de la Pola ó el capitán de Entralgo. Los enviados rodearon la huerta y desembocaron en una espaciosa corralada abierta delante de las tres casas.

Las nuevas generaciones desconocían a los viejos, se negaban a recibir de sus brazos, fatigados y débiles, el fardo de odios y esperanzas. Salvatierra miraba con tristeza al grupo de los trabajadores. No le conocían o fingían no conocerle. Ni una sola mirada se había fijado en él.

Los peces voladores saltaban por enjambres, se abrían en grandes abanicos de plata y rosa, volando lejos, muy lejos, en vistoso chisporroteo, arando la superficie con el arañazo de sus colas, hasta que, fatigados, volvían a sumirse en la profundidad. Cuando la proa quedaba dormida por algunos minutos, el buque parecía inmóvil, clavado en el mismo sitio.

Los ojos se contraían, fatigados por el excesivo resplandor del cielo y del Océano, que parecía abrasar la retina. Mina y Fernando, para evitarse la molesta refracción, apartaban sus ojos del horizonte, mirando debajo de ellos mientras hablaban.

Vivimos pobres; gastamos año tras año nuestras fuerzas sobre los libros; la muerte sorprende nuestros cuerpos fatigados en plena vida; si trasponemos la juventud, nuestra vejez es mísera y achacosa; vemos aupados por las multitudes a hombres fatuos, mientras nosotros, que damos a la Humanidad lo más preciado, la belleza, permanecemos desamparados... Y un día, en nuestra soledad y en nuestra pobreza, un desconocido se acerca a nosotros y nos estrecha con entusiasmo la mano.

En el día de hoy me parece que estamos algo cansados y desengañados de la oratoria, y me parece también que, si versos han de escribirse siempre, la abundante cosecha que de ellos ha habido nos tiene fatigados, cuando no hartos, y no creo yo que los Juegos florales, que en muchos lugares se celebran a menudo, valgan para renovar la afición a la poesía, tan vehemente, por ejemplo, en la época del romanticismo, ni valgan tampoco para despertar en las almas una nueva inspiración poética, poderosa y brillante.

Otras atravesaron la plaza con los paraguas abiertos. Los menos, permanecieron en el mismo sitio haciendo interminables comentarios sobre lo que acababa de ocurrir. Al fin quedó una media docena de curiosos, que, fatigados de murmurar en aquel paraje, se fueron a hacer lo mismo al café de la Estrella.

Doña Manolita notaba, cuando iba a verla, que tenía los ojos fatigados y rojos de llorar. A veces, doña Luz no podía reprimir el llanto, y en presencia de doña Manolita lloraba. Durante algún tiempo, la tristeza de doña Luz había sido sombría, reconcentrada y feroz. Su amiga íntima no se había atrevido a preguntarle la menor cosa ni a quejarse de su silencio.