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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Propúsose en un principio conciliar todos los ánimos por medio de la persuasion y la dulzura: manifestó á los valíes la necesidad de restablecer la unidad del Imperio para detener la marcha de los ejércitos cristianos internados ya hasta el corazon de la Península; les puso por delante los intereses del Islam, el bienestar de los pueblos fatigados de tan largas y sangrientas guerras; apeló á los generosos sentimientos que debia abrigar todo buen muzlim, al recuerdo de las antiguas glorias, á lo que exigia por fin el cumplimiento de las leyes del Profeta.

Cuando fatigados de tantos viajes recalaban en Madrid y vivían separados por algún tiempo, él en casa de su hermana, ella con una tía a la que consideraba como una segunda madre, esta separación parecía enardecer sus celos. Al verse Teri por las tardes en el cerrado dormitorio, adonde llegaba suave y quejumbroso el sonido de «la campana de don Miguel», tenía de pronto exabruptos coléricos.

Habló cerca de hora y media. Al terminar, lo mismo el tribunal que el público, estaban visiblemente fatigados. Rectificó brevemente el acusador privado algunos errores de hecho. Sostúvolos el defensor, según era su condición, larga y prolijamente. De tal modo, que el fastidio engendrado por su primer discurso se multiplicó notablemente en el segundo.

Andrés, el maestro y D. Jaime, fatigados de escuchar, se replegaron también hacia el banco donde estaba el escribano. Se empeñó una conversación animada acerca de lo que podía recaudarse entre los vecinos para la fiesta parroquial, que no estaba muy lejos.

De estas despedidas volvía don Marcelo á su casa vibrante y con los nervios fatigados, como el que acaba de presenciar un espectáculo de ruda emoción. A pesar de su carácter tenaz, que se resistía siempre á reconocer el propio error, el viejo empezó á sentir vergüenza por sus dudas anteriores. La nación vivía, Francia era un gran pueblo; las apariencias le habían engañado como á otros muchos.

Si alguna vez caían sobre su turbada pupila los fatigados párpados, como deslumbrada la vista que admiraba de continuo el panorama espléndido de una vida toda virtud y caridad, al hundir la mirada en los abismos de su alma, encontraba, semejante a un resplandor en el fondo de una sima, la luz que le guiaba a sus destinos.

Anduvimos una hora al azar, y al fin no tuve más remedio que confesar que me había extraviado, que no sabía dónde estábamos ni qué dirección había que seguir. »Magdalena rompió a llorar. »¡Figúrese usted cómo estaría yo, Antoñita! La tarde declinaba; debía ser ya la hora de comer y los dos empezábamos a sentirnos fatigados bajo el peso de los ramos que agotaban nuestras fuerzas.

El sol iluminaba las anchas avenidas, y ya numerosos grupos de hombres fatigados buscaban reposo a la sombra de los árboles corpulentos que bordan las aceras y pueblan los squares. Por todas partes, mujeres y niños, solos, tranquilos, con su cartera de colegiales a la espalda, rosados, rozagantes de vigor. Marchan con el paso firme de soberanos.

Y lo peor era que Cecilia, al negar, no lo hacía con placer, sino con repugnancia, como si le doliese causar disgusto a un amigo. Este sentimiento hería aún más el amor propio del pretendiente. Después que bailaron un vals, sentáronse fatigados en un ángulo del salón. Flores le había cogido el abanico, y la abanicaba respetuosamente. Así quisiera pasarme la vida dijo con acento sincero. ¡Oh!

Se movía, se agitaba dando órdenes a sus compañeros de trabajo; iba del templo a lo alto de las Claverías, donde se guardaba el Monumento, y al verse cubierto de polvo, con los miembros fatigados por este incesante ir y venir, se hacía la ilusión de que estaba sano. En estas dos semanas no entró en la casa del zapatero y casi perdió de vista a sus contertulios.

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