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Actualizado: 9 de junio de 2025


A ver si hay un guapo que quiera pisarme el poncho. Esta invitación á «pisarle el poncho» era un reto á estilo gaucho para el combate; pero después de un corto silencio los parroquianos empezaron á hablar de otra cosa. Se asomó Torrebianca, al atardecer, á una de las ventanas de su casa, mirando con extrañeza los grupos reunidos en la calle. Su número había aumentado.

Inés se incorporó, y sosteniéndose en el brazo del sofá, repitió, helada: Como quieras. Era una despedida. Yo iba a romper, y se me adelantaban. El amor propio, el vil amor propio tocado a vivo, me hizo responder: Perfectamente... Me voy. Que seas más feliz... otra vez. No comprendió, y me miró con extrañeza.

Todo lo encontraba natural, nada le sorprendía; la vuelta de Sagrario al hogar no le había causado la menor extrañeza. Esteban huía una vez terminada la comida, para no volver a casa hasta la noche. Después de la cena se encerraba en su cuarto, dejando a su hermano y a su hija en la sala de entrada.

Y con extrañeza mía, se animó su rostro. dijo, eso es; soy un pobre hombre; eso me lo he sabido siempre; te diré, me pareció que Abelardo quería a la muchacha tanto como yo, y supe, además, que ella lo amaba más que a , y que tal vez sería más feliz con mi rival.

Porque me pareció que también ella estaba enamorada de Medrano. A José Luis no le interesaban gran cosa los relatos de la anciana. Se advertía su atención distraída y la extrañeza que le causaba la evidente despreocupación de su novia de la adolescencia.

Además, el buque seguía lanzando cada medio minuto un bramido indicador de su presencia. Y paseaban por la cubierta con cierto entorpecimiento, con una sensación de extrañeza en los pies, que ya estaban acostumbrados a la movilidad del suelo.

Mas sus ojos se fijaban con extrañeza en esta partida inventariada en la larga lista: «Un paquete de veinticinco cartas, atado con una cinta de color de rosa». El respetable Butrón tomó de nuevo la palabra.

Al principio, hasta experimentó cierta extrañeza al hacer uso del idioma natal. Había permanecido en la estancia años enteros sin pronunciar una palabra en su lengua. Pensaba en español, y al trasladar las ideas al idioma de sus ascendientes, salpicaba el francés con toda clase de locuciones criollas.

Tuya... pero para siempre. Te quería antes, pero ahora te adoro... Por primera vez lo digo con toda mi alma. Rafael, impulsado por la dicha, tuvo un arranque de generosidad. Necesitaba darlo todo. ; mía para siempre. No temas entregarte, hacerme feliz... Me casaré contigo. En medio de su embriaguez vio cómo la artista abría con extrañeza sus ojos, cómo pasaba por su boca una sonrisa triste.

Era la moral de los héroes de la humanidad: en otros siglos se había mostrado aislada, pero ahora iba generalizándose, conforme agonizaban los dogmas, como una afirmación de la conciencia colectiva. Doña Cristina y su hija miraban con extrañeza al doctor sin hacer el menor esfuerzo por comprender sus palabras.

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