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33 Y cuando acabó Jacob de dar mandamientos a sus hijos, encogió sus pies en la cama, y expiró; y fue congregado con sus padres. 1 Entonces se echó José sobre el rostro de su padre, y lloró sobre él, y lo besó. 2 Y mandó José a sus siervos médicos que embalsamasen a su padre; y los médicos embalsamaron a Israel.

Y vendida, ¿no estaba en tu potestad? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. 5 Entonces Ananías, oyendo estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. 6 Y levantándose los jóvenes, le envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron.

Cuando se hubieron reunido a su alrededor y los vio dispuestos a oírle, levantó bruscamente el velo bajo el cual se ocultaba su amigo, y les dijo con voz trémula y dolorosa: «Este es Carlos MunsterPero la palabra expiró en sus labios, sintió que las fuerzas le faltaban y cayó sobre el cadáver.

, entonces los merecía usted... entonces era digna de los homenajes y la adoración de todo el mundo... y sin embargo, tan insensato soy que la amo aún, no amo a nadie más que a usted, y la amaré siempre... a pesar de que me ha sido infiel... ¡de que me ha traicionado! Ella quiso responder, y la palabra expiró en sus labios... pero se llevó una mano al corazón como si tratara de justificarse.

Levantó, por último, con suavidad la cabeza, que la condesa se apresuró á tomar entre sus manos. El moribundo perro alargó un poco el hocico, lamió una de aquellas manos y expiró.... Acababan de sonar las dos de la noche. El reloj del salón principal, oculto en su caja de madera negra, había vacilado algún tiempo antes de darlas. Las tinieblas envolvían el salón y toda la casa.

Dio las gracias a la tripulación por su heroico comportamiento; dirigió algunas palabras a su cuñado Ruiz de Apodaca, y después de consagrar un recuerdo a su joven esposa, y de elevar el pensamiento a Dios, cuyo nombre oímos pronunciado varias veces tenuemente por sus secos labios, expiró con la tranquilidad de los justos y la entereza de los héroes, sin la satisfacción de la victoria, pero también sin el resentimiento del vencido; asociando el deber a la dignidad, y haciendo de la disciplina una religión; firme como militar, sereno como hombre, sin pronunciar una queja, ni acusar a nadie, con tanta dignidad en la muerte como en la vida.

El movimiento que hice fue tan rápido, tan imprevisto, añadió tanto ardor a mi acento, de por muy decisivo ya, que Magdalena sintió que él llegaba a su corazón y lo conmovía y palideció. yo en lo más hondo de su pecho como una dolorosa exclamación angustiosa que expiró en sus labios.

Así es que la cáustica frase que bailaba en la punta de su lengua expiró en sus labios y se limitó a recibir una tímida excusa con altiva mirada, recogiéndose la falda como para evitar la proximidad de un ser contagioso. De regreso a la sala del colegio, sus ojos cayeron sobre las azaleas, presintiendo una revelación.

El señor y la señora Godfrey Cass todo otro título más elevado expiró en los labios de la gente de Raveloe el día en que el viejo squire fue a unirse con sus mayores, y en que su herencia fue repartida entre sus hijos se volvieron para ver llegar a un hombre alto y anciano y a una mujer sencillamente vestida que estaban más atrás, habiendo observado Nancy que debían esperar a «papá con Priscila». Ahora todos doblan por un sendero más estrecho que atraviesa el cementerio y conduce a una pequeña puerta situada frente a la Casa Roja.

La inexperiencia, y sobre todo los bríos de la juventud, daban a las muchachas resolución; pero osaron atravesar el campo por un atajo para evitar los recodos de la calle Mayor, y la risa expiró en sus labios y las lágrimas comenzaron a apuntar en los ojos de Carolina. Retrocedieron, y al llegar al camino, estaban abrumadas de fatiga. Volvámonos dijo Carolina.