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Actualizado: 21 de junio de 2025


Consoló a su mujer desesperada y casi loca, sonrió a su hija, que ocultaba silenciosamente las lágrimas y, murmurando una vez más, como cuando era pequeña, «¡Valor Liette!,» expiró. ¡Liette iba a tener necesidad de valor! Por fortuna, era valiente y, sin debilidad ni indecisión, hizo frente a la desgracia.

De forma que puede decirse expiró esta poblacion cuando empezaba á tomar aliento, y á dar unas grandes pruebas de poder conseguir lo que con tanto anhelo y tan repetidamente ha intentado la Corte. Si reflexionamos en las poblaciones de Sierra Morena, encontraremos una segura hilacion de los esfuerzos y oposiciones que habrán mediado contra los establecimientos patagónicos.

El que tuvo ante la vista y destinadas para él tantas riquezas y tal poder y se le escaparon de la mano, no debe sobrevivir. No te olvides que la dicha tuya hubiera acompañado a la felicidad de tu amigo. ¡Adiós!... ¡Adiós!... Desde entonces no volvió a abrir los ojos, y a pocos momentos expiró, siempre repitiendo: ¡Los tesoros de la Alhambra!... ¡Los tesoros de la Alhambra!...

La onda crecía, la sintió pasar por la garganta y subir, subir siempre. Dejó de ver la luz. Puso ambas manos sobre el borde de la mesa, e inclinando la cabeza, apoyó la frente en ellas exhalando un sordo gemido. Dejose estar así, inmóvil, mudo. Y en aquella actitud de recogimiento y tristeza, expiró aquel infeliz hombre.

En un cuarto de hora Muñoz Torrero había lanzado a la faz de la nación el programa del nuevo gobierno, y la esencia de las nuevas ideas. Cuando la última palabra expiró en sus labios, y se sentó recibiendo las felicitaciones y los aplausos de las tribunas, el siglo décimo octavo había concluido.

El día, agonizante, suspiraba quizá por la luz pura que, al sonreirme amante, derramaba en mi pecho palpitante de tu mirada intensa la ternura... ¡Perdóname, bien mío! Todo, menos tu faz y mi alegría, tornábase sombrío: calló la alondra, adormecióse el río, bajó al abismo el sol, expiró el día...

Cesó de quejarse la pobrecita; movió la cabeza, fijando los tristes ojos en las personas que rodeaban su lecho; extinguióse poco á poco su aliento, y expiró. El Ángel de la Guarda, dando un suspiro, alzó el vuelo y se fué.

Le vi vacilar un instante, pero no cayó. Permaneció clavado al suelo, inmóvil y rígido, como una estatua de cementerio. Poco después de comulgar se aumentó la disnea, y a las diez y cinco minutos de la noche expiró la bella Raquel, del modo más inesperado, en la flor de la juventud, cuando una fortuna cuantiosa iba a caer en sus manos.

A las doce pidió que le arreglase las almohadas, lo hizo y le pagó con un beso; ¡el último!; a la una y cuarto perdió el conocimiento; a las tres expiró. ¡Pobre Gabriel... y pobre de ella!

10 Y luego cayó a los pies de él, y expiró; y entrados los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. 11 Y vino gran temor sobre toda la Iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas. 12 Y por la mano de los apóstoles eran hechos muchos milagros y prodigios en el pueblo.

Palabra del Dia

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