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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Sentíame encerrado entre ambos muros; había dejado la región de las grandes ciudades, del humo y del ruido; quedaban detrás de mi enemigos y amigos falsos. Por vez primera después de mucho tiempo, experimenté un movimiento de verdadera alegría. Mi paso se hizo más rápido, mi mirada adquirió mayor seguridad. Me detuve para respirar con mayor voluptuosidad el aire puro que bajaba de la montaña.

De nuevo crucé el camino, pasé a través de la plaza Edwarde, volviendo así sobre mis pasos, y tomé en dirección a la calle High, pero el misterioso individuo me seguía con igual persistencia. Confieso que experimenté cierta inquietud, viéndome en medio de esa espesa neblina, que en esa parte habíase puesto tan densa hasta el grado de obscurecer completamente los faroles.

De todas las ciencias, ésa es la sola que yo desearía tener hoy. Pero, ¡ay de ! no la poseo, y la prueba es que, a pesar de mis anhelos, no la puedo curar y es necesario ceder a otro esa gloria. »En efecto, hizo ir de Nápoles a un sabio médico y Carlos me suplicó que le obedeciese, atribuyendo a sus conocimientos el cambio favorable que entonces experimenté.

Antes de conocer a mi marido, aficionado, como sabéis, a la historia natural y, particularmente, a la especialidad de las aves noctívagas pamperas, experimenté muchas impresiones en nuestro gran mundo.

En las mil alternativas y vicisitudes de mi vida, bajé, subí, caí y levanteme; creí tocar con mis manos fatigadas el fondo de aquel mar de la borrascosa desventura, donde transcurrió mi niñez, y fuerzas ignoradas me sacaron de nuevo a la superficie; luché y padecí, deseé la muerte y amé la vida; grandes vaivenes y sacudidas experimenté; pero cuando subía, y bajaba, y luchaba, y vivía, y moría, jamás dejé de percibir aquella luz, encendida ante la desgracia, lejana estrella a quien consideraba como expresión de lo divino y sobrenatural que hay en la existencia.

Sígala con el original, y vea si está bien. »Había dos papeles; me entregó uno y dio el otro a mi profesor, cuya inquietud igualaba a la mía. Teobaldo estaba turbado, pálido. Pero su admiración fue tan grande como la que yo experimenté, cuando fijó su vista en el papel que se me había entregado; la carta del margrave estaba delante de legible, la entendía perfectamente.

La triste bestiezuela condensa su piel tanto como puede, dulcifica las asperezas y da suavidad al camino que recorre. No importa. Es preciso que experimente uno tras otro todos los obstáculos, los choques, las puntas aceradas de los guijarros; convengo en que esté endurecida, resignada, mas, con todo, á su contacto, se retuerce, se contrae, dando señales de una gran sensibilidad.

Un hombre que se lanza desesperado al crimen no experimenta en el instante de perpetrar su primer robo, su primer asesinato, emoción tan viva como la que yo experimenté cuando introduje la llave, cuando le di vueltas poco a poco para evitar todo ruido, cuando empujando la puerta ya abierta, esta cedió ante sin rechinar, merced a las precauciones que con este fin había tomado D. Diego.

Sólo diré que me hizo la impresión de una joya inmensa, esmaltada con los colores más vivos que puedan imaginarse: verde, azul, rojo, amarillo.... No cuanto tiempo permanecí asombrado. Sólo que repentinamente experimenté una sensación extraña, una codicia exagerada de poseer tan exótica ave.

El corazón me latía con loca presteza, pareciéndome tan desmesuradamente ensanchado, que experimenté la sensación de llevar dentro del pecho un objeto mayor que la casa en que estaba. Me tenté la espada, por ver si estaba en mi cintura, y probé si salía con holgura de la vaina.

Palabra del Dia

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