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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Y Dupont se fue a la ciudad en su carruaje, que alborotaba la carretera con el estrépito de sus cascabeles. Volvió ya entrada la noche, una noche de verano, calurosa, sin que el más leve soplo de brisa hiciese temblar la atmósfera. La tierra exhalaba un vaho ardiente; el azul del cielo diluíase en un tinte blanquecino, las estrellas parecían empañadas por la neblina caliginosa.
Exhalaba hondos suspiros, miraba al cielo como implorando misericordia, reflexionaba después con la barba apoyada en la mano, y al fin volvía a sus anteriores inquietudes. Es que le espera dije para mí . Lord Gray no ha venido. Inés entró de repente en las habitaciones y salió al poco rato con un largo mantón negro sobre la cabeza.
Tenía la voz aunque imperiosa, encantadora, y su persona exhalaba un perfume penetrante y sutil, intenso y turbador, que juntamente producía fascinación al espíritu y embriaguez a los sentidos. El hombre inculto e ignorante, incapaz de analizar lo que experimentaba, pero hombre al fin, sintió la tentación y el ánsia que dá la fruta puesta al alcance de la boca del niño.
Y el amontonamiento de estos infelices exhalaba un olor agrio, de sudor de hambriento, de ropa adherida al cuerpo durante meses, de alientos fétidos: toda la respiración apestante de la miseria. Las mujeres aun ofrecían un aspecto más doloroso. Unas eran gitanas, viejas y horribles como brujas, con la piel tostada y cobriza que parecía haber pasado por el fuego de todos los aquelarres.
No contribuían poco a asustarla las voces de los marineros, que para alentarse y vencer la resistencia de las olas a cada golpe de remo gritaban a un tiempo: ¡Aaaguanta!..., ¡aaaguanta!... Cada vez que sonaba esta palabra en el aire con ritmo brutal, Rosario exhalaba un grito de angustia; tanto que la vivaracha señorita de Mory, temiendo que se pusiera mala, dijo a los marineros: Señores, hagan ustedes el favor de no decir aguanta, porque esta señorita se asusta mucho.
Habitaba, se trataba y se vestía casi como un pordiosero, y exhalaba un millón de suspiros y daba cincuenta vueltas a un cruzado antes de gastarle. Tales prendas y condiciones no eran las más apropósito para que en Río le quisiesen y le respetasen.
Al acercarme no oí ningún grito de alegría. Todo estaba silencioso, todo estaba como muerto... En el comedor encontré a mamá sola. Tenía las manos juntas y exhalaba profundos suspiros, mientras gruesas lágrimas rodaban hasta su blanca papada. Es el efecto de la emoción pensé al sentarme frente a ella. ¿Dónde estabas, Olga? dijo, enjugándose esta vez tranquilamente los ojos.
A menudo, cuando Marta, meditabunda, miraba fijamente frente a ella, él la observaba de reojo, meneaba la cabeza, exhalaba un suspiro, salía del cuarto cerrando la puerta con estrépito. Pero cualesquiera que fuesen los sufrimientos que padecía, su trabajo no se resentía de ello; de tan lejos como la recuerde, jamás la vi un segundo desocupada.
Su manto de nubes era más espeso; la vaporosa túnica de encaje había sido reemplazada por una cortina gris que cerraba herméticamente toda la bóveda celeste; el sol ya no tenía celosía por donde mirarnos. La llanura triste y oscura en que reposa Madrid, exhalaba un vapor trasparente que concluía por aproximar la línea vaga y fina que cierra el horizonte.
Otra página blanca interrumpía de nuevo el diario bruscamente; y en la que seguía no había más que este escrito: «¡Padre, padre mío, vive! ¡Vive para mí!...» Y nada más.. A Ferpierre le parecía oír el grito del desesperado ruego que desde la cabecera del padre agonizante, exhalaba el pecho de la hija amorosa.
Palabra del Dia
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