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No recuerdo a quién decir que los mandamientos de la mujer casada son, como los de la ley de Dios, diez: El primero, amar a su marido sobre todas las cosas. El segundo, no jurarle amor en vano. El tercero, hacerle fiestas. El cuarto, quererlo más que a padre y madre. El quinto, no atormentarlo con celos y refunfuños. El sexto, no traicionarlo. El séptimo, no gastarle la plata en perifollos.

Habitaba, se trataba y se vestía casi como un pordiosero, y exhalaba un millón de suspiros y daba cincuenta vueltas a un cruzado antes de gastarle. Tales prendas y condiciones no eran las más apropósito para que en Río le quisiesen y le respetasen.

Por allí todo suele hacerse con mucha pausa. En parte alguna es menos aceptable el refrán inglés de que el tiempo es dinero. En parte alguna se emplea con más frecuencia y en la vida práctica la frase castiza y archi-española de hacer tiempo; esto es, de perderle, de gastarle, sin que nos pese y aburra su andar lento, infinito y callado.

Razón tuvo Apeles de desdeñar el juicio del menestral, diciéndole: zapatero á tus zapatos; pero el zapatero no podía en cambio recusar á Apeles como juez de su calzado, ya que Apeles, si no sabía hacerle, tenía que pagarle, gastarle y andar con él cómodamente. Quiero decir con esto que, en todo caso, el artista y el poeta podrían rebelarse contra la censura.