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No recuerdo a quién decir que los mandamientos de la mujer casada son, como los de la ley de Dios, diez: El primero, amar a su marido sobre todas las cosas. El segundo, no jurarle amor en vano. El tercero, hacerle fiestas. El cuarto, quererlo más que a padre y madre. El quinto, no atormentarlo con celos y refunfuños. El sexto, no traicionarlo. El séptimo, no gastarle la plata en perifollos.

Pensaba en usted, capitán: su última carta era para usted, y la dejó sin terminar, temiendo que nunca llegase á sus manos. Además, no estaba para escribir: su pulso era nervioso; prefería hablar... Me pidió que enviase á usted una carta larga, muy larga, relatando sus últimos momentos, y yo tuve que jurarle que cumpliría su encargo.» A partir de este instante, el maître había visto las cosas mal.

Cuando Ramón estuvo solo con su madre en la pobrísima fonda donde se refugiaron, la abrazó sollozando... Iba a jurarle que el médico mentía, pero su madre le contuvo: ¡Hijo querido! No necesitas decirme nada, porque yo que no es cierto. no eres insensato ni cobarde para dejar morir a la niña sin avisar, ¡hijo querido! Ramón gritó: ¡Qué malos son en haber creído a ese médico, qué malos!

Adivinó más que descifró los caracteres que se evaporaban ante su vista débil. «Fermín: necesito ver a usted, quiero pedirle perdón y jurarle que soy digna de su cariñoso amparo; Dios ha querido iluminarme otra vez; la Virgen, estoy segura de ello, la Virgen quiere que yo le busque a usted, que le llame. Pensé en ir yo misma a su casa. Pero temo que sea indiscreción.

¿Está usted seguro le dije siguiendo mi sistema de interrupciones y preguntas, para obtener más de lo que espontáneamente me ofrecía su agradable laconismo , de haber puesto de su parte todo el esfuerzo que requería la empresa? ¡Segurísimo! me respondió sin vacilar; y añadió sonriéndose: Puedo jurarle a usted que en ese linaje de estudios aproveché bien el tiempo.

Asegurada ya la tranquilidad, trató de reconstituir la unidad de la monarquía, rota á pedazos por esa larga serie de revoluciones que habian removido este agitado suelo. Llamó á los valíes de las provincias para que fueran á jurarle obediencia según las prácticas del reino: escribió á todos sus funcionarios para que no retardasen un solo instante el cumplimiento de sus leyes.