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Actualizado: 16 de mayo de 2025
De todo el coro de aromas se formaba uno solo, penetrante, fortísimo, que se subía a la cabeza, como si fuera la fragancia de una rosa no más, pero rosa enorme, encendida, que exhalaba de su boca de púrpura hálito fascinador y mortal.
Exhalaba vida, el goce de enseñar, las curiosidades satisfechas. A pesar de estar rendida por el largo viaje en coche, conservaba todavía la costumbre del repetido cambio rápido de lugar que la hacía levantarse a cada momento, accionar, mudar de asiento, lanzar una ojeada de bienvenida tan pronto al jardín como a los muebles, reconociéndolo todo y acariciándolo.
Poderoso gemido exhalaba la llanura al percibir los signos precursores de la tormenta. Dijérase que el mal, evocado por la voz de su adorador, acudía, se manifestaba tremendo, asombrando a la naturaleza toda con sus anchas alas negras, a cuyo batir pudieran achacarse las exhalaciones asfixiantes que encendían la atmósfera.
CLEOPATRA. Juno, pequeña, no podemos ocuparnos de tu soldado; tenemos ahora otros en que pensar... ¿Qué haremos, pues, queridas amigas? Voy a proponeros una cosa... Quiero que se acerquen. No puedo vivir lejos de ellos. Quisiera ver al picaruelo que me ha traído en sus brazos. Exhalaba un olor delicioso a soldado. ¿Dónde está? CLEOPATRA. Mírale, con la boca abierta. VERÓNICA ¡Me voy con él!
Un leve ronquido empezó a salir de la garganta de la enferma, que exhalaba más que profería las anteriores palabras: era un ronquido seco y agudo que se fue señalando cada vez más.
Allí iba á parar una parte no pequeña de las ganancias de las minas. La limosna cuantiosa, y los legados testamentarios cubrían de conventos ó iglesias aquella parte del monte Artagán. El silencio monacal, que parecía extenderse por el paisaje, contrastaba con el zumbido de vida que exhalaba abajo la población, dominada á aquella hora por la fiebre de los negocios.
Por tanto, abierta la sepultura, se halló el cuerpo sin la menor corrupción, como si aquella tierra bendita rehusase mezclarse con aquellos miembros, cuya alma era un tizón del infierno; pero exhalaba el cuerpo un espantoso y hediondo humo, con que se veía bien claro que era cosa más que natural.
Ya no sufría el torcedor de la voluntad; no exhalaba quejas lastimeras sobre sus pecados, sobre sus resoluciones vencidas, porque no amaba ya sus propias obras, por buenas que fuesen, como antes, sino únicamente lo Eterno. Porque las obras tienen su origen en la persona, y él se había despojado de la suya; la había negado con firmeza.
A aquella pregunta de Dorotea, pregunta hecha con sinceridad, con candor, con anhelo, Montiño sintió una especie de vértigo. Dorotea se había transfigurado; su alma, un alma entusiasta, enamorada, noble, se exhalaba de su mirada, de la expresión de su semblante, de su boca trémula, de su acento cobarde, ardiente, opaco.
Devoto, de un espíritu flexible y conciliador, el barbero exhalaba beatitud por todos sus poros; siempre iba cuidadosamente vestido de negro; sus cabellos grises y lisos se reunían detrás de sus orejas, y dos anchos surcos rojos, reemplazando a las cejas, se dibujaban encima de dos ojitos pardos, de una movilidad extraordinaria; pero lo que más llamaba en él la atención eran sus manos, cuya piel blanca y fresca y las uñas rosadas hubieran hecho honor a un canónigo de Toledo.
Palabra del Dia
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