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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Si me derribas, te llevas el cobertor de una princesa; pero si te derribo yo, me llevo tu cuerpo, sin ser el diablo, y lo alisto por cuatro años en la Guardia Blanca, con otros mocetones como tú que espero llevarme á Francia y que si escapan con vida me lo han de agradecer. ¡Eso es! Justa es la propuesta, exclamaron tres ó cuatro voces.
Pues allí está, en el primer bastidor... con don Bernardino de Cáceres que, como sabéis, es el perro de la Dorotea. Voy, voy á verle; pero antes tengo que pagaros vuestras noticias con otras no menores. ¡Qué! ¿Qué sucede? exclamaron todos. El alférez se metió más al centro y dijo en voz baja y con sumo misterio: ¡Hay novedades! Novedades, ¿y en dónde? Novedades en palacio. ¡Ah! ¡Oh!
Un hombre salió de la trastienda con paso acelerado, como si le persiguieran. ¡Don Eugenio! exclamaron los dependientes . ¿Adonde va usted...? Dejadme, muchachos. Ya me ha dicho el señor de arriba que no me marche.... Pero primero me matan que me quedo. Yo no puedo seguir aquí... ésta no es mi casa.... ¡Dejadme pasar...! ¡Abrid la puerta...!
Ya lo supongo contestó el Canciller abriendo los brazos; cerrándolos repetidas veces. ¡Oh, desgraciados, desgraciados! exclamaron en coro los Emperadores, Espartero y demás personajes. Y menos desgraciada yo añadió la dama, que encontré un protector y amigo en el valeroso y constante Migajas, que supo librarme del bárbaro suplicio.» Pacorro se puso colorado hasta la raíz del pelo.
Cosas de Borrén.... Ese Borrén es célebre exclamaron con algazara los militares, a quienes no parecía ningún prodigio la chiquilla. Reparen ustedes, señores siguió el alférez ; la chica es una perla; dentro de dos años nos mareará a todos. ¿Qué dices tú a eso, señorita de Rosendez?
Ni a mí las rosas de Pasión. Ni a mí las rosas de Jericó. Ni a mí las rosas amarillas. La voz clara y fuerte de Marisalada oscureció todas las otras gritando: A las rosas secas no las puedo ver. A las rosas secas exclamaron en coro todas las muchachas no las puedo ver.
Oiga usted, Pinedo, no me acordaba ya dijo arreglando el abanico de cartas que tema en la mano , ¿por que tenía usted interés esta mañana en hacer pasar por un santo delante de su hija al perdido de Alcántara? Es un secreto respondió el gran vividor. ¡Que se diga, que se diga! exclamaron a un tiempo Pepa y Clementina. Se hizo de rogar un poco.
El silbido de la flecha se oyó á gran distancia; el medidor del terreno se arrojó de cara al suelo y levantándose enseguida echó á correr en dirección opuesta al grupo que formaban los tiradores. ¡Aprieta, Tristán! ¡Si no se tira al suelo no lo cuenta! ¡Bien, muchacho! exclamaron los arqueros. ¡Mon Dieu! No he visto jamás proeza igual, dijo el de Brabante.
¡Pobrecillos! exclamaron varias . ¿Son todos mineros?
Y Judit, reclinada en un diván, le dijo al verle entrar: Viene usted muy tarde, amigo mío. Y le tendió una mano. Arturo se arrodilló ante ella. Al llegar aquí, se interrumpió el notario. ¿Y qué? exclamaron todos; concluya. El notario contestó, sonriéndose: Arturo no me ha contado más... Por otra parte, va a dar principio el tercer acto de Roberto... ¿Qué importa? termine.
Palabra del Dia
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