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Actualizado: 16 de mayo de 2025
¡Paciencia! dijo el señor de Butrón. Pero ¿quién es ese individuo que ahí traéis? Un prisionero que acabo de hacer en la tienda real y que á juzgar por su ropaje y el escudo con las armas de Castilla bordado sobre el pecho espero sea el mismísimo rey Don Enrique. ¡El rey! exclamaron asombrados sus oyentes, rodeando al desconocido.
¡Claudio Latour y la Guardia Blanca! exclamaron á una voz los presentes, casi todos conocedores de los altos hechos de aquel esforzado capitán y del invencible cuerpo de su mando, los famosos Arqueros Blancos, que habían tomando parte principalísima en las luchas contra Francia. ¡Bravo, camaradas!
Pues ahora me ocupo del modo de construir cañones de a 300. ¡Hombre, de a 300! exclamaron los oficiales con aspavientos de risa y burla . Los mayores que tenemos a bordo son de 36. Esos son juguetes de chicos.
Mi tío se acercó temblando, remiso y casi arrastrado por el deber... al aproximarse retrocedió: la moribunda presentaba un aspecto terrible: la fisonomía estaba amoratada; la respiración era difícil y cavernosa. ¡El sacerdote! exclamaron algunos de los circunstantes mientras los médicos abandonaban la habitación.
Los demás perdieron la paciencia y, no pudiendo contentarse con tan poco, exclamaron: ¡La historia! ¡La historia! ¡En esto hay una historia! Sí, por cierto, respondió tranquilamente Tragomer; pero no esperéis que os la cuente. ¿Por qué no? Porque sé que tengo que habérmelas con las diez lenguas mejor cortadas de París, y no quiero que mi secreto... ¿Hay un secreto?
Cuando volvimos a entrar, es de presumir el que le habría mandado el general a la Gaviota que se quitase los arrumacos, porque salió toda vestida de blanco que parecía amortajada. ¿Un moro? ¡Pero qué moro!, más negro y más feróstico que el mismísimo Mahoma; con un puñal en la mano, tamaño como un machete. Yo me quedé muerto. ¡Jesús María! exclamaron su madre y su abuela.
¡Y allí fué el temblar de la voz y el crujir de los dientes!... Porque temieron por sus casas, por sus campos, por sus fábricas, por sus tesoros; es decir, su Dios, su patria, su alma. ¡Pero es preciso defenderse! exclamaron, resueltos a hacer una hombrada. Y ¡poder del egoísmo! Aun en aquella triste situación, pensaron, ante todo, en sacar la sardina con la mano del gato.
Ignoro qué destino nos estará reservado; pero sea el que quiera el mío, juro que nada en el mundo me hará olvidar los amigos de mi infancia. »Y nosotros juramos lo mismo exclamaron los dos a la vez, extendiendo hacia mí sus manos, que tenían estrechamente unidas.
Anhelantes, todas las bocas exclamaron: ¡Ah!... Tomó Juanillo un vaso de vino para darse coraje, y medio mareado ya por la fetidez de aquella carne horrible, se puso de pie y gritó a la concurrencia: ¿Qué les importa a ustedes que yo coma o no coma? ¡Mándense mudar ahora mismo, si no quieren que los eche como perros!
¡Bravo, Yonson! exclamaron los arqueros. ¡Cuatrocientos veinte pasos! dijo un ballestero que con Arnaldo acababa de medir la distancia exacta y llegó corriendo al grupo. Pues ahora veréis cómo vuela un buen dardo del Brabante, dijo tranquilamente el ballestero. ¡Por la cruz de Gestas! gruñó Tristán, ha caído cerca de la quinta pica. ¡No, más allá, más allá! gritaron entusiasmados los flamencos.
Palabra del Dia
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