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De vez en cuando soltaba una exclamación: «¡Pero, Dios mío, eso es una atrocidad! ¡Esos hombres estaban locos! ¿Por qué no dábais parte al jefe de tales atrocidadesRicardo no podía convencerla de que hubiera sido inútil revelarse ni dar parte al coronel, pues la novatada era costumbre tradicional en el colegio, que los jefes no querían arrancar.

El montón de ramas con que la tapamos debía estar aquí, y no lo veo. ¿Será posible? exclamó Van-Stael palideciendo. Adelantóse; examinó con gran atención el lugar en que se encontraban, entreabriendo las malezas, y acabó lanzando una exclamación de ira. ¡Infames! ¿La han robado? preguntaron acercándose Hans, Cornelio y Van-Horn.

Di , parlanchín gritó una voz detrás del corrillo . ¿Se ha muerto también la Pimentosa? Para eso va. Esta mañana despertó con el mal. ¿Ha bebido agua? Ha tomado los mismos polvos como medicina. Una exclamación de horror acogió esta terrorífica aseveración. ¿Quién se los ha dado? Curas y frailes que todos son unos.

Avanzó con paso firme hasta el reclinatorio que se le había destinado. Su padre le daba la mano y marchaba triunfalmente a su izquierda, mirando con el monóculo a la concurrencia. El singular viejo no pudo retener una exclamación al advertir medio oculta entre la multitud una encantadora cabeza: «¡Hermosa mujer!», dijo como si se hallase en el bulevar.

Al entrar en el patio, vi una sombra, que me pareció ser la de mi padre, dibujarse en una de las ventanas del gran salón que estaba en el piso bajo, y que no se abría jamás en los últimos tiempos de la vida de mi madre. Me precipité en él; al apercibirme, mi padre lanzó una sorda exclamación: luego me abrió los brazos, y sentí su corazón palpitar violentamente contra el mío.

Cambiáronse apuestas a discreción respecto al resultado: Tres contra cinco que Sal saldría con bien de la cosa; además, también apostose que viviría la criatura y se atravesaron apuestas aparte sobre el sexo y complexión del futuro huésped. En lo más recio de la animada controversia, oyose una exclamación de los que estaban más cercanos a la puerta, y todo el mundo aguzó los oídos.

Y con esta exclamación cerraba y justificaba todo su pasado. Ella miraba a Fernando como algo propio que le pertenecía para siempre. Más de una vez había protestado en los hoteles de la facilidad con que daban alojamiento a ciertas aventureras, con grave peligro de la paz matrimonial.

Por regla general, aparece una vez en cada generación dijo mi hermano. Y lo mismo pasa con la nariz. Rodolfo ha heredado ambas cosas. Que por cierto me gustan mucho dije levantándome y haciendo una reverencia ante el retrato de la condesa Amelia. Mi cuñada lanzó una exclamación de impaciencia. Quisiera que quitases de ahí ese retrato, Roberto dijo. ¡Pero, querida! exclamó mi hermano.

Anonadado por la terrible fatalidad, llevose la mano a la frente y, sin poder articular una sola palabra, una sola exclamación, saludó a don Alonso y volvió a encerrarse en su aposento. De ordinario, cuando la reunión comenzaba, hacía ya varias horas que don Alonso Blázquez se hallaba instalado en su sillón predilecto, frente a don Íñigo, platicando sin tregua.

Don Marcos lanzó una exclamación de asombro y de reproche. Tenía su opinión formada desde mucho antes sobre el tal personaje. ¡Un demente!... No podía olvidar su breve diálogo una tarde en el Casino, después que Atilio los presentó á los dos. Al conocer la nacionalidad de Toledo había hecho grandes elogios de su país. ¡Oh, España! ¡Su lengua interesante!