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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Parecía que en el recinto de nuestro viejo castillo de familia, se hallaba bajo el peso de algún encanto fatal: apenas se encontraba fuera, veía despejarse su frente y dilatarse su pecho: se rejuvenecía. ¡Vamos, Máximo! exclamaba ¡galopemos un poco!
Todo el mundo se volvía al pasar por su lado, y exclamaba: ¡Qué linda pareja! Es el joven conde Arturo de V *. ¿Se ha casado, por ventura? Estremeciose Judit al oír esta pregunta, experimentando cierto doloroso placer, de que no pudo darse cuenta.
Mario se sentía turbado por esta actitud, sin entender por completo lo que significaba. No se le mandaba cerrar la puerta, ni escribir los sobres de las cartas, ni que las acompañase hasta casa de unas amigas, ni se le daban encargos para la calle. Cuando doña Carolina rechazaba cualquiera de sus servicios el inocente exclamaba: ¡Pero, mamá, no tiene usted confianza conmigo!
¡Pero qué atrevimiento, qué osadía! ¡En mi casa, en mi casa, venir a promover semejante escándalo! ¡Y pensar, doctor, que es mi marido quien tiene la culpa de todo! exclamaba mi tía mirando furibundamente a mi pobre tío, que durante toda la escena anterior se había conducido tan obtusamente, que no supo qué partido tomar con los que se marchaban y con los que se quedaban.
«Yo que amaba a esta mujer exclamaba con enternecimiento, arrimando el garrote a la pared. ¡Yo que amaba a esta mujer como esposa y no como sierva, según manda el apóstol San Pablo!... ¿Tú has leído al apóstol San Pablo?... ¡Qué habías de leer tú, gran vaca!...» El vino era muy bueno, casi puede decirse que era lo único bueno en este establecimiento, y eso que no paraba mucho en la bodega.
Al verle en la cama se aproximaba a él con el vaso de leche humeante, se lo hacía beber con mimos maternales, le arreglaba el embozo del lecho y cerraba cuidadosamente ventanas y puertas para que no le molestase un rayo de luz. ¡Esas noches en la catedral! exclamaba la compañera con expresión de lamento . Te estás matando, Gabriel: eso no es para ti. El padre dice lo mismo.
Frecuentemente recelaba Juanita que se le iba a acabar la paciencia, y allá en sus adentros decía: «Peor está que estaba.» A fin de que se comprenda el fundamento que tenía Juanita para decir «que estaba peor», pondré aquí uno de los discursos que doña Inés, con frecuencia, le dirigía: Hija mía exclamaba , hay en las condiciones y circunstancias que han de influir en tu destino cierta contradicción que puede ser causa de mil desventuras.
¡Este capón no tiene coyunturas! exclamaba el infeliz, sudando y forcejeando, más como quien cava que como quien trincha. ¡Cosa más rara!
Pero no ves, mujer... ¡qué poca vergüenza! exclamaba Ana señalando al grupo, del cual no se separaban las pupilas de Amparo . Después del... del aviso, ¿no sabes? añadió hablándole al oído. La Tribuna no contestó.
Pero ¡qué rica! exclamaba el cazador . Mírala, Isidro: lo mejor del mundo. Cincuenta reales me costó en Colmenar; no había quien la tocara: una verdadera fiera. A uno le destrozó un dedo. Se agarraba a las manos y ni Dios la hacia soltar. Yo la he criado tal cual la ves, y come en mis labios y me quiere lo mismo que Feliciana. Pero esto sólo puedo hacerlo yo. Si tú la tocases, te mordía.
Palabra del Dia
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