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Actualizado: 21 de junio de 2025


Durante un instante el silencio reinó en la casa; en torno mío el vapor silbaba, las cacerolas cantaban, la sirvienta hacía gran ruido al limpiar los cuchillos, pero de repente se oyó, dominando todo ese ruido, un grito breve y estridente que no podía provenir más que de Marta. Temblorosa agucé el oído, y en el mismo instante papá se precipitó en la cocina gritando: ¡Agua!

Un grito estridente rasgaba la lobreguez, un alarido feroz, que hacía estremecer á los que lo escuchaban. Este grito inmenso salía de la garganta de un pájaro poco más grande que el puño, una especie de mochuelo del tamaño de un pichón de cría. Todas las bestias, las que vuelan, las que corren y las que se arrastran, se echaban á temblar cuando oían este alarido.

No experimentó ni sorpresa ni pesar. La sangre le subió hasta el cerebro y todo concluyó. Su cabeza no era más que una jaula abierta de la que la razón había volado. Pasó las últimas horas de la noche apoyado sobre un cadáver que se enfriaba gradualmente. Cuando le Tas fue a ver si su hermosa prima se había despertado, oyó a través de la puerta un grito estridente como el canto del grajo.

Y teniendo en cuenta prosiguió Novoa el curso del oro antes de la guerra, el lingote que nos corresponde á cada uno de los humanos representa ciento veinte millones de francos. Fué cortado el silencio por un ruido estridente. Castro volvió la cabeza, creyendo que Spadoni roncaba. Al ver sus ojos desmesuradamente abiertos, comprendió que era un suspiro emocionado, una exclamación de sorpresa.

El bufón le agarró, y al apoderarse de él dijo con una admirable fuerza de espíritu, soltando su hueca carcajada de bufón: ¡Ah! ¡ah! ¡ah! ¡he ganado! ¡he ganado! ¡para ! ¡para ! Y haciendo como que devoraba al paso la perdiz, dió á correr exclamando: ¡Para la reina no! ¡para ! Y soltó una larga y estridente carcajada que hizo temblar á todos los que la oyeron, y escapó.

Una mañana, al salir de casa, hirió mis oídos el repique agudo y estridente de una campanilla. Llevé la mano al sombrero y busqué con la vista al sacerdote portador de la sagrada forma; pero no le vi.

Y tampoco necesitáis tomar medidas; nada de ceremonias, nada de ceremonias. Y diciendo eso me miraba fijamente con sus ojos vidriosos, como si hubiera visto un fantasma. Después, de improviso, lanzó un grito estridente diciendo: Quitadme estas piedras que me aplastan el cuerpo. ¿Por qué me habéis sepultado bajo estas piedras?

Sintió miedo, el miedo irresistible á lo desconocido, y al mismo tiempo curiosidad, angustia, la impaciencia ante un peligro que amenaza y nunca acaba de llegar. Una explosión estridente sonó fuera del parque, pero á corta distancia de la tapia: algo semejante á un hachazo gigantesco dado con un hacha enorme como su castillo.

Catalina, de pie en el filo de la peña, reía con risa estridente que no tenía fin. Y los demás, aquellos hombres que parecían fantasmas, como animados de una vida nueva, se precipitaron sobre las ruinas del viejo burgo gritando: ¡A muerte! ¡A muerte!... ¡Aplastémosles como en el Blutfeld! Nunca se vio una escena más terrible.

Al venerable reloj de la Floresta Negra que estaba colgado cerca de la cama del doctor, y cuyo despertador estridente había interrumpido más de una vez de un modo desagradable sus sueños de la mañana, no se le había dado cuerda desde el día en que el joven médico adjunto había llegado a Gromowo, «para que yo sepa bien se complacía en decir el doctor que en lo sucesivo mi vida está en reposo

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