Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 5 de junio de 2025
En medio de aquella grande estancia sobriamente decorada tenía lugar una de esas escenas íntimas que admiramos en los viejos cuadros de los maestros flamencos donde las nobles alegrías del trabajo parecen aliarse con las más dulces ideas de dicha y de paz.
A poco entraban en la estancia del obscuro diván las doce tinieblas personificadas del Sennaar, que conducían en un rico palanquín, y entre almohadones de ormesí y sedas, a la desmayada cuanto hermosísima Híala.
Dicen que ha habido un bochinche en la estancia de don Carlos Rojas. El comisario y muchos hombres se fueron para allá. A Sebastiana, según continuó diciendo la chinita, la habían visto algunos en las afueras del pueblo, á caballo y acompañada por el doméstico del señor Robledo. Habrá ido á ver si le ocurrió algo á su antigua patroncita.
Desnoyers, al casarse, pensó en su madre. ¡Si la pobre vieja pudiese ver este salto extraordinario de su fortuna! Pero mamá había muerto un año antes, creyendo á su hijo enormemente rico porque le enviaba todos los meses ciento cincuenta pesos, algo más de trescientos francos, extraídos del sueldo que cobraba en la estancia.
Acaso tengas que tratar con los mozos.... Te encargo mucha prudencia, mucha seriedad.... Vamos, dame otro abrazo, y ¡que Dios te lleve con bien! La pobre anciana tenía los ojos arrasados en lágrimas, y hacía grandes esfuerzos para aparentar calma y serenidad. Tía Pepa nos miraba y sonreía tristemente. Abracé a la enferma, le dí un beso en la frente, y salí de la estancia.
Al llegar á sus manos el final de la cuerda, contempló tristemente su extremo cortado. Las lágrimas enturbiaron su visión. Luego, la hija de la estancia palideció de cólera mirando hacia las dunas, detrás de las cuales había desaparecido el norteamericano. ¡Que el demonio te lleve, gringo desagradecido!
Después que éste salía de la estancia destinada a los profesores, entregábase a furiosos comentarios y soltaba toda la bilis que tenía acumulada: «¡Barájoles, si no fuese mirando a Dios, le ponía los cinco dedos en la cara a ese puerco!... ¿Han visto ustedes nunca un hombre más rijoso?... ¡Ese hombre quema por donde pasa, barájoles!... ¡Y luego, con quién va a ensuciarse!... ¡con una porcuza!...» Este desprecio que D. Juan testimoniaba a Petra, no era sincero, según pudo convencerse más adelante Miguel; el odio a Marroquín, sí.
Hablaba pues animadamente Araceli con Gonzalito en un rincón; hablaba en otro con no menor animación el chico de Domínguez con una de las chicas de Mínguez; y distribuidas por la estancia en butaquitas y sillas volantes charlaban las señoras con zumbido de cigarras a la hora de la siesta.
Entrase en negociaciones: se desearía dulcificar la sentencia. ¿No será bastante un mes? Empero el muy entendido doctor insiste. Cree que una estancia demasiado corta hace más daño que bien. La impresión brusca, violenta, de los baños, sin preparativo de ninguna clase, es más bien propia para trastornar la salud, aun la más robusta.
-No más, no más, señor don Quijote -replicó la duquesa-. Por mí digo que daré orden que ni aun una mosca entre en su estancia, no que una doncella; no soy yo persona, que por mí se ha de descabalar la decencia del señor don Quijote; que, según se me ha traslucido, la que más campea entre sus muchas virtudes es la de la honestidad.
Palabra del Dia
Otros Mirando