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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Luego abrió la portezuela y subió riendo, para sentarse al lado de Febrer. ¡Hola, capitán! dijo éste con extrañeza. No me esperabas, ¿eh?... También soy del almuerzo; me convido yo mismo. ¡Qué sorpresa va a tener mi hermano!... Jaime estrechó su diestra. Era uno de sus más leales amigos: el capitán Pablo Valls. Pablo Valls era conocido en toda Palma.
He abandonado a mis barones y mis guerreros ¡avanzan tan lentamente, de una manera tan solemne! , y he corrido aquí. ¡Qué dicha, te he encontrado sola! ¿Me esperabas aquí, amor mío? ELSA. No. ¡Pero qué extraña capa llevas! ENRIQUE. Es la de uno de mis servidores; no he querido que me reconociesen aquí. No soy yo, Elsa; soy mi espectro. El verdadero duque viene con sus barones.
¿Y me esperabas decidida á todo, luz de mi vida? dijo el duque fingiendo siempre la voz y haciendo una violencia para enamorar á la doncella. Sí; sí, señor; pero vos no pensaréis mal de mí dijo con cierto embarazo Esperanza. No, de ningún modo dijo con impaciencia el duque ; ¿tienes la llave? Sí, señor, trabajo me ha costado quitarla del manojo del conserje... pero ya está aquí.
Tengo que estar tendido boca arriba sin movimiento, y el Sr. Rodríguez Araña, secretario del Ayuntamiento, me hace el favor de escribir lo que dicto, puesto el pensamiento en ti y en tu hermano, a quienes supongo ya en pacífica posesión del marquesado. »Por tu última carta veo que esperabas aviso de la señora marquesa de Aransis.
Ya la pálida novia que esperabas en busca de tus brazos ha llegado a enfriar los ardores de tu carne y a calentar las nieves de tu tálamo. El juego de sus dedos ha deshecho el trenzado de sedas del peinado y la luz moribunda de tu lámpara al soplo de su aliento se ha apagado. Sonríe, poeta del dolor, sonríe; la hora de los besos ha sonado...
Siempre serás el mismo; únicamente existes tú: sólo deben tenerse en cuenta tus deseos. Me has hecho mucho daño, ¡mucho!... y ahora me dices, como un niño: «Yo que creía...» ¿Qué esperabas después de tus locuras?... Sábelo bien: te aborrezco. Tu presencia me es odiosa. ¡Te aborrezco!
Apenas estuvo sola con Herminia, la cara de la señorita Guichard cambió de expresión y poniéndose sonriente, dijo: He aquí una feliz sorpresa, ¿no es verdad, hija mía? ¿Tú no esperabas ver aquí al tutor de Mauricio el día de tu matrimonio? ¡Oh! Estábamos seguros, Mauricio y yo, de que os reconciliaríais, respondió Herminia con convencimiento.
Gabriel dijo como quien despierta de un mal sueño . ¿Cómo has entrado aquí? ¿Qué buscas? No me esperabas sin duda. Su acento de profunda sorpresa no indicaba pesadumbre ni contrariedad. Después añadió: No parece sino que te ha enviado Dios en socorro mío. Acompáñame: tengo que salir a la calle. ¡A la calle! exclamé más desconcertado aún.
¿Me esperabas a mí, no es cierto? dijo Melchor y dirigiéndose al sirviente que se retiraba después de haber guardado unos platos: José, antes de irse, deme una taza de café. Empezaré, pues, por lo que Baldomero llama lo principal. ¿Y de no?... ¿a qué fue don Ricardo? ¡Andando! Tienes la palabra. Y en una sola lo diré todo: la «Pampita»... ¿El qué? ...la «Pampita»... ¡Acaba!
Abuela dije con expresión vencedora dándole la carta del cura, aquí tienes la respuesta que esperabas. La abuela se sujetó las gafas con cuidado, cogió la tarjeta, la leyó, la releyó, la meditó y dijo finalmente encogiéndose de hombros: El cura descarrila... y vosotras también. ¡Oh! abuela dije horriblemente alarmada, ¿niegas el permiso? No... haz lo que quieras.
Palabra del Dia
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